sábado, 30 de abril de 2011

MADERA FINA

Su asco a la tierra venía de lejos, de los tiempos en los que apenas era una simple semilla. Por eso, ahora que era un árbol alto y corpulento, se sentía tan ahogado viendo que estaba rodeado. Pero eso no era lo peor. Lo peor era cuando llovía y todo se empantanaba. Ahí casi que se iba de para atrás con lo pegajosa que la tierra quedaba. Con un horror profundo rogaba para que el impacto de las gotas no lo salpicara. Sobre todo en las hojas, sus partes más apreciadas y las que de ninguna manera le gustaría ver manchadas por la alfombra sucia de la tierra.
En esos momentos hubiera dado lo que fuera para ser una mata colgante y así estar lo más alejado posible del suelo. Día a día empezó a estirar sus raíces, empinándose poco a poco, como si estuviera en cuclillas, para apartar su tronco de la tierra. Sentando todo su peso abajo para salir de donde estaba enterrado, logró establecer una distancia considerable con la materia enemiga. Pero esto no le bastó e impulsado por su repulsión, siguió apuntando alto y cada vez más alto, hasta que las raíces ya no aguantaron y el árbol se fue hacia un costado, con el agravante de acabar rodando por una montaña. Un sinfín devueltas después, el árbol aterrizó en una trocha polvorienta, embarrado de arriba abajo.

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miércoles, 20 de abril de 2011

PROTOCOLO PARA APLAUDIR EN EL AVIÓN

Es triste, pero a los colombianos nos piden visa hasta para ir al infierno. La policía encontró el cadáver del agente de inmigración embutido en un dispensador de bebidas de la terminal 4. A esa misma hora Rodrigo bajaba por una conocida avenida de la ciudad. Iba sin rumbo, tapando su rostro, con miedo de que lo llegaran a reconocer. Jamás se imaginó que su sueño de toda la vida acabaría en semejante pesadilla. Había intentado llamar a alguno de sus amigos, pero nadie le contestaba. Seguro que estaban esperándolo en el aeropuerto, sin imaginarse siquiera del lío en el que andaba envuelto.
Si al menos tuviera las garantías para poder defenderse. Pero en una tierra extraña resultaba francamente imposible. Además, todas las sospechas apuntaban a él. Había varios testigos que vieron cuando el agente de inmigración le impidió la entrada al país. Una compañera del difunto aun tenía lágrimas en los ojos cuando informó a la policía de los insultos que el sospechoso profirió mientras lo trasladaban a un cuarto contiguo para interrogarlo. Quizás ella exageró un poco al decir que él opuso resistencia. La verdad fue que Rodrigo no quiso ponerse gallito. Lo suyo fue más bien una reacción involuntaria al sentirse amenazado. Además, tampoco llegó muy lejos. Los guardias le cayeron encima de inmediato. Mientras su rostro besaba la alfombra del aeropuerto, sintió como el agente se le acercaba al oído a decirle yo no sé qué cosa de que iba a hacer todo lo posible para que se pudriera en el infierno.
El error que cometieron fue haberlo dejado solo. Apenas vio que no había nadie vigilándolo, comenzó a buscar la manera de escaparse. Igual valía la pena arriesgarse, si lo iban a devolver a su país de todas maneras. Tan solo bastó un pequeño descuido, una puerta mal cerrada y la libertad estaba más cerca. Igual, nadie se creyó que él fuera a desafiar al sistema. Con lo que si no contó fue con el operativo que se armó tras su fuga. Aparte estaba la cuestión del muerto.
<<¿Cuál muerto?>> preguntó él cuando lo agarraron arropado con periódicos en un banco del parque. De eso él no sabía nada, por más que la policía insistiera una y otra vez en sacarle una confesión. Perdido, lloró a moco tendido en un rincón del calabozo. Si no hubiera sido tan tonto de escaparse, seguro que ahora estaría tranquilo en un avión, deportado a su país. Poco a poco se iban perdiendo sus esperanzas, hasta que la celda se abrió. El ruido de las rejas lo asustó. Más que nada porque pensaba que lo iban a freír.
Pero no tenía razones para alarmarse, más bien todo lo contrario. Era alguien de la embajada que venía a informarle que el asunto estaba aclarado. Que las cámaras de seguridad del aeropuerto captaron como un grupo de enmascarados agarraban al agente de inmigración para darle una paliza. Al parecer se trataba de una vendetta hacia el agente por no cumplir con ciertas obligaciones a las que se había comprometido y por las que le habían pagado. Un asunto bastante turbio, que tenía que ver con tráfico de gente y que destapaba un escándalo tremendo que las autoridades se apresuraron en desmentir.

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sábado, 9 de abril de 2011

ESFUERZO INNECESARIO

Era de noche cuando descubrieron las dos cartas de despedida. Al primer cadáver lo encontraron en la cocina, al segundo todavía lo buscaban en el fondo del río. Desde luego que se trataba de un acto de amor, pero también de egoísmo. Ninguno de los dos estaba dispuesto a aguantar al otro, como tampoco tenían el valor de una ruptura. Para ellos, resultaba imposible imaginar que el otro diera el paso hacia adelante que les ahorraría tanto sufrimiento. Pero ambos estaban cansados y dispuestos a buscar la salida más fácil, lejos de este mundo. Quizás para algunos, se trataba de la opción menos digna. Tal vez la más cobarde. Pero eso no significaba que no hubiera sido efectiva. Al final, antes del último respiro, ambos alcanzaron a sentir un ligero destello de felicidad. El uno mientras sus pies tocaban el agua, el otro mientras el frasco de pastillas se le resbalaba de las manos. Aunque la verdad era que solo se trataba del efecto narcótico de su propia estupidez.

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