martes, 28 de septiembre de 2010

FALSIFICADOR DE JUGUETES

La verdad, era una pena que hubiera dañado los muñecos de la Guerra de las Galaxias de sus hermanos, porque ahora valían una fortuna. Lo sabía porque vio en internet cuanto pagaban por el mismo matacho que años atrás, cuando él era pequeño, había descabezado. Todo un dineral que servía para saldar un par de cuentas que tenía pendientes y que lo llevó a hacer réplicas de esos juguetes, para luego venderlas como originales. Una idea que se le ocurrió inspirado por los grandes falsificadores de la pintura.
Capacidades sí que tenía para eso. Gracias a su paso por el Tecnológico, después de que lo echaran de todos los colegios decentes de la ciudad, se había convertido en maestro de todo tipo de manualidades. Por suerte, para facilitar sus aspiraciones delictivas, uno de sus hermanos le había tomado fotos desde todos los ángulos a los muñecos. De ahí fue que se basó para hacer los moldes. Eso sí, necesitó varios intentos hasta que dio con la fórmula adecuada. Sobre todo mientras buscaba los materiales precisos, porque los juguetes tenían que parecer rústicos y tiesos, como creía recordar al revivir la sensación de sus manos cuando jugaba con ellos en su infancia.
Cuando por fin acabó el primer muñeco decente, con todo y sus armas, se concentró en que se viera más viejo, que diera la impresión del paso de los años. Para eso lo expuso a todo tipo de desgastes. Lo metío en agua hirviendo, los enterró bajo tierra, lo puso al sol, hasta que el color se fue mareando. Le movió los brazos hasta que quedaron medio sueltos y entonces, ahí sí que lo colocó a la venta.
Después de que le compraran el primero, se lanzó con otros modelos y de un tacazo sacó una docena de juguetes que los coleccionistas le arrebataron de las manos. A pesar del dinero que recibió, que era mucho para un muerto de hambre como él, no estaba muy contento con lo que hasta el momento había alcanzado. Era consciente de que en el proceso de ventas algo fallaba y eso era el envoltorio. Él sabía que le ofrecerían el doble o hasta el triple si el juguete venía en su caja original, por supuesto sin destapar. Fue entonces cuando dedicó todos sus esfuerzos a reproducir el empaque adecuado que llevaría a su falsificación al siguiente nivel.
Para eso contactó a un coleccionista, a quién engañó, haciéndose pasar por periodista para fotografiar los juguetes y de ahí sacar los parámetros necesarios para falsear los empaques. Una vez lo consiguió, el flujo de dinero creció. Pero para ese entonces el dinero dejó de ser su motivación. Poco a poco lo que comenzó a interesarle más fue crear sus propios personajes y cristalizar sus ideas en juguetes. Un error que llamó mucho la atención y que casi hace que lo metieran a la cárcel, después de que algunos expertos denegaron la existencia de dichas figuritas en la saga. Por suerte se zafó de la condena pagando multas y abogados con el dinero que había ahorrado de su estafa. Más allá del desprestigió social y de la desaparición de su capital, lo que más le dolió fue ver como la policía entró en su apartamento para decomisarle todas sus herramientas y creaciones, como si él fuera un ladrón vulgar, cuando en realidad lo que él se consideraba era un artista. O al menos de eso estaba convencido.

lunes, 13 de septiembre de 2010

CON SANGRE ENTRA

La respuesta estaba en la letra. Esa era la clave para descubrir al asesino. Los poemas, en realidad no desvelaban nada, salvo la cursilería y la frustración de quien los escribía. El solo hecho de leerlos representaba una tortura. Por eso, cada vez que encontraban un cadáver, era él el que deseaba estar muerto para ahorrarse la repulsión que le producía su lectura.
Como investigador y máximo responsable de este caso pasó horas intentando descifrar el significado verdadero de esos versos hasta que llegó a la conclusión de que estaba siguiendo la pista equivocada. Entonces se concentró en la caligrafía y su investigación empezó a arrojar mejores resultados.
Gran parte de este hallazgo se lo debía a su madre, quien al ver una foto de la escena del crimen, le comentó que la letra que aparecía escrita en aerosol era idéntica a la que a ella le enseñaron en el colegio de las Pachas. Ya decía él que había algo que se le hacía familiar en este asunto.
Mientras más indagaba, más peso tomaba esta teoría. Al comparar las variaciones de la letra entre un colegio y otro, descubrió enormes diferencias. Por un lado, los trazos de la letra que buscaba eran más delicados y respingados. Bastante delicados a pesar de los complejos movimientos que requiere su realización.
Sin embargo, había un pequeño detalle que no encajaba. Solo hasta que fue al colegio cayó en cuenta que existía una pequeña diferencia entre la letra al lado de los cadáveres y la que impartían en la actualidad. Esto se debía, según se enteró más tarde al revisar los archivos escolares, a que la maestra que dictaba la asignatura cuando su madre aprendió a escribir, una monja franciscana de origen vasco, tan solo duró un año en el colegio. Después de ella vino otra que duró cerca de 50 años enseñando el mismo estilo hasta su retiro, cuando fue remplazada por una alumna de ella que ni siquiera era monja.
Eso reducía bastante el número de sospechosos. A partir de ese momento se concentró solo en las alumnas que estudiaron con su madre. Encontrarlas a todas no fue fácil, algunas habían muerto y otras se habían ido a vivir al exterior o a otras zonas del país. Eso sí, las que vivían en la ciudad terminaron siendo llamadas a prestar declaración, a la vez en que les pedían que escribieran en una pared con aerosol.
De todas las que se presentaron, solo dos de ellas la escritura no concordaba. Una porque sufría una artrosis que limitaba el uso de sus manos. A la otra en cambio no le pasaba nada en las manos y sin embargo su caligrafía no estaba a la par de la de sus compañeras. Esto la descartaba de pleno, aunque en su actitud se notaba que ocultaba algo.
Al final, fue un pequeño movimiento que la terminó delatando. Mientras salía de la comisaria, sin saber que aun la estaban mirando por la ventana, quedó patente que la mujer no solo se desempeñaba con la mano con la que había escrito, la derecha, sino que en realidad era su mano izquierda la dominante.
Más tarde, durante su confesión, la mujer desveló que toda la vida había sido zurda, pero que su madre sistemáticamente le prohibió usar la mano izquierda para todo, argumentando que eso no era de señoritas y apelando a un profundo catolicismo que asociaba el uso de la mano izquierda con alianzas con el diablo.
Desde entonces, aunque nunca se consideró en realidad ambidiestra, aprendió a comer, a escribir, a tocar la guitarra y hasta a matar con la mano derecha. Aunque en secreto siguió cultivando la zurda y para demostrarlo tomó la lata de aerosol, se levantó de la silla y se acercó a la pared. La pintura empezó a vislumbrar una línea que subió y bajó formando una ele que en la cresta tenía un ojal parecido a por donde pasa el hilo en las agujas.

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