Viendo que se necesita casi toda una vida para pagar una hipoteca, mucha gente optó por convertirse en vampiros con tal de abonar la última cuota de su deuda antes de caer muertos. Una vez mordidos en el cuello y estrenando un par de colmillos, tomaban créditos a doscientos años para poder cancelar la cuota de la mensualidad de sus casas con mayor comodidad, sin necesidad de pagar sumas exageradas. El único requisito que pedían los bancos se trataba de un seguro contra estacas. Porque uno nunca sabe cuándo se puede encontrar en una esquina con un caza vampiros.
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