lunes, 10 de octubre de 2011

VISTA PINTORESCA

Había puesto sus esperanzas en la medicina, pero nunca se le ocurrió que su salvación vendría de la mano de una ferretería, que al igual que aquel que se inventó un pitido que solo escuchan los perros, dio con la formula de una pintura exclusiva para ciegos. Tan solo bastaba pasarle el pincel o la brocha a algo para que por arte de magia resultara visible para aquellos a los que el destino había privado de la vista.
Un solo inconveniente tenía este invento y era que cada uno de los objetos que obtenían una capa de esta pintura, desaparecían del campo visual de aquellos que podían ver perfectamente. Así el objeto permaneciera en el mismo sitio.
Aparte de los ciegos, los objetos pintados solo los podían ver, y en este caso borrosos, aquellos que utilizaban gafas. Pero solo cuando se las quitaban y dependiendo de las dioptrías que tenían.
Por eso, cuando Enrique Tebas por fin comprobó que la pintura funcionaba, sintió una sensación de felicidad absoluta. Tantas veces lo habían estafado prometiéndole sanación, que se había vuelto un poco escéptico. Y aunque si bien la vista no era algo que él extrañara, dado que la había perdido a una edad muy temprana, siempre se acordaba con añoranza de los colores del amanecer y de lo que desfiló por sus ojos cuando vio un volcán en plena erupción en unas vacaciones.
Mucho no le gustaba explayarse en el principio de su ceguera. Apenas se refería a él evocando un día en el que sintió que algo le avanzaba por la córnea, hasta que progresivamente todo se fue apagando. Su tía llegó a decirle que era un asunto genético, pero eso nunca le sirvió de consuelo.
Sin embargo, esto nunca lo derrumbó. Y dentro de lo que cabía, a pesar de los tropiezos, vivía una vida de lo más normal, sin ser presa de su impedimento. Con treinta años se casó con una de las mejores amigas de su hermana. En el campo laborar, Enrique, desempeñó un sinfín de oficios. Desde vendedor de lotería, hasta telefonista o instrumentista. Incluso llegó a ganarse la vida alzando la mano en un par de esquinas. Pero su verdadera vocación la encontró años después gracias a un amigo que le consiguió un trabajo como catador de puros.
Así viajó por medio mundo, fumando todo tipo de habanos, de diferentes marcas. Era un experto y su opinión era sumamente valorada, hasta el punto en el que las tabacaleras se lo peleaban. Pero una vez comprobó la efectividad de la pintura, decidió renunciar a su trabajo para ver todo de lo que antes se había privado.
Desafortunadamente no todos estaban tan contentos con esta pintura. Había personas que empezaron a manifestarse con contundencia contra ella. Por un lado, los más religiosos, quienes la encontraban pecaminosa y por otro, aquellos que veían como fragmentos de la ciudad empezaban a desaparecer. Obligándolos así a tener que utilizar bastón para no darse en la canilla con las cosas que ya no podían ver.
Y es que cuadras enteras llegaron a desvanecerse del mapa. Transfiriéndose a otros planos, a otras esferas. Haciendo que la lucha entre los que veían y los que no veían se hiciera más intensa. Hasta que de tanto despelote que se armó, los gobiernos se posicionaron del lado de la mayoría, es decir los que veían, llegando a prohibir sin titubeos la pintura.
Por fortuna, antes de que esto pasara, Enrique ya había intuido que una decisión como esta se tomaría en cualquier momento. Por eso había hecho bien al haber escondido por precaución dos botes de pintura.
Para ese entonces ya había pintado todo en su casa, salvo a su esposa, la cual por amor había accedido a dejarse pintar, aun sabiendo que desaparecería a la vista de los demás. Pero eso era lo que menos le importaba mientras su marido comenzaba a pintarle primero los brazos, luego las piernas y así, hasta que la pintura se esparció por el resto de su cuerpo. Después, cuidadosamente pasó a su rostro y a su pelo, consiguiendo que ella misma ya no pudiera contemplarse en el espejo.
Totalmente embobado por su belleza, Enrique soltó el pincel dejándolo caer en el suelo. De su boca ya no salían palabras, ya que al verla por fin comprobó que ella era tan hermosa como siempre había imaginado. Como pensó que sería la primera vez que con sus manos le palpó el rostro bajo un manto de estrellas que él jamás llegaría a ver, incapaz de levantar su vista hacia el cielo: aquel lugar lejano en el que nunca se verá el efecto milagroso de la pintura.    

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domingo, 28 de agosto de 2011

LA CONFECCIÓN DE UN SUPERHÉROE

De su experimento solo quedaron sus tripas sobre la puerta blindada, junto a las del animal con el que deseaba fusionarse, emulando así los comics de superhéroes que leía en su infancia. Los mismos que lo llevaron a convertirse en científico y más tarde, a construir el reactor con el que esperaba adquirir los poderes sobrenaturales con los que tanto había soñado.  
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sábado, 6 de agosto de 2011

HACKERS GENÉTICOS


La gente del siglo XXI nunca supo calcular en realidad los límites de la digitalización, e hicieron bien en ello. Creyeron que tan solo servía para revistas, libros o archivos, cuando también podía resultar útil en otros casos, como por ejemplo, el embarazo.
Todo comenzó con la digitalización del genoma humano. A partir de entonces, los científicos se pusieron como tarea la reducción de los plazos del parto, adelantándolo casi en ocho meses.
Pero la computarización del proceso de reproducción (no del acto, sino de su fruto), trajo graves consecuencias. Más que nada porque nadie se planteó su vulnerabilidad o al menos, el gran peligro de que algún informático cambiara los parámetros del genoma humano, como al final acabó pasando.
Los hackers accedieron a la computadora donde se guardaba toda la información genética y la fueron cambiando. Acto seguido, esta alteración fue transmitida a las máquinas que se encargaba de los partos, poniendo en jaque el sistema y de paso, el destino de la raza humana.
A partir de ese momento, los niños vinieron a este mundo con una serie de modificaciones, como por ejemplo: al nacer ya tenían los dientes de leche. Algo bastante incómodo a la hora de amamantar.
También sucedió que en algunos casos, los niños nacieron con ojos negros y con el paso del tiempo se fueron volviendo azules.
El otro fenómeno que se dio tenía que ver con la postura. Una vez salían del vientre de sus madres, los niños se paraban en cuatro patas, como los terneros. Esto hizo que se les emparejara el tamaño de las extremidades.
En un principio, tan solo se trató de una serie de cambios ínfimos. Nada extremo, como por ejemplo escamas o proliferación de los dedos.
Claro que mientras los nuevos crecían, a los viejos, es decir, los que nacieron antes de la digitalización del parto, les dio por hacer hincapié en que los otros eran distintos. Sin importarles que algunos eran sus hijos, sus nietos o sus hermanos. Los que nacieron de forma natural insistieron en no ser asociados con los que salieron de las máquinas, como si se tratara de una especie aparte. Una especie invasora.
La fricción entre ambos fue escalando, hasta que los nuevos alcanzaron la edad para defenderse. Quizás fue la energía de nuestra juventud la que nos hizo vencedores. Quizás fue el desapego que le teníamos a este mundo. Quizás fue a causa de estar solo un mes en la barriga de nuestra madre, lo que nos llevó a dar el siguiente paso evolutivo, para acabar con el viejo mundo de nuestros antecesores. Quienes algún día solo serán recordados como una antigua raza de pobladores, que encontró en la extinción su merecida penitencia.

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miércoles, 6 de julio de 2011

LA CUENTA, POR FAVOR

Resultaba curioso que solo soñara con comida, teniendo en cuenta lo flaco que era. Pero era solo cerrar los ojos y de repente ya estaba en el mismo restaurante de siempre. El de los manteles a cuadros y las fotos de futbolistas colgadas en la pared. Entonces, tan solo bastaba un ademán al camarero y los platos empezaban a desfilarle por su mesa. Con los cubiertos o con las manos, engullía la comida con tal gula, que parecía como si llevara días sin probar bocado. Y mientras más roncaba, más saboreaba con lentitud de su banquete. De esta forma podían pasar horas, hasta que se despertaba justo cuando le iban a traer la cuenta para no tener que pagarla. Ese fue su ritual onírico durante meses. Pero una noche, en pleno ocaso de su sueño, mientras estaba a punto de llevarse una pata de pavo a la boca, el dueño del restaurante y los camareros le propinaron por todas las veces que se había escabullido sin pagar una paliza de la cual no se volvería a despertar nunca.    
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domingo, 26 de junio de 2011

INCESTO TELEVISIVO

Estela Barroco había dejado de ser una niña, tanto en la vida real, como en la pantalla. Incluso su personaje en  Nido de Tontos había empezado a ir a la universidad. Y es que Estela se había transformado en una despampanante señorita a la que en el mundo de la farándula se le relacionaba con algunos de los galanes más cotizados del país, todo y que a decir verdad, su gran amor era Alejandro Montería, su padre en la ficción.
El romance había empezado en los camerinos del Estudio 4. En una noche en la que la escena que grababan los dos se fue alargando. Para ese entonces, Montería ya había notado que la mirada inocente de su supuesta hija había cambiado. Pero él le restó importancia, pensando que solo se trataba del típico comportamiento coqueto de las jovencitas de su edad. Sin embargo, ella hacía años que estaba enamorada de él en secreto, impulsada por una retorcida fantasía que tenía que ver con el encanto semipaternal que siempre había encontrado en Alejandro. Por eso no paró con las insinuaciones hasta tenerlo en sus redes.
Para Estela fue como un sueño hecho realidad. Para él en cambio, su affaire con Estela era en un principio nada más que otro de los caprichos de su codicia sexual. Por eso, para ninguno de sus compañeros de elenco resultó una sorpresa, una vez el escándalo se destapó, dado que ellos conocían perfectamente la fama de mujeriego y borrachín que Montería se gastaba. Eso sí, mucha gracia no les hizo al comienzo, pensando en las posibles consecuencias. Que al final no se cebaron con la telenovela, como lo demostró la subida del índice de audiencias, sino con Montería, quien para la opinión pública terminó convirtiéndose en un paria.
Al final, la gente no fue capaz de disociar la realidad de la ficción, hasta el punto en el que las abuelas del país empezaron a salir a la calle con paraguas, no por si llovía, sino por si se encontraban a Montería. Durante días la nación se vio envuelta en un gran debate moral. Salieron los curas, las recatadas, las feministas y hasta los más fatalistas a dar su opinión. Se habló del fin del mundo, de Sodoma y Gomorra, de los límites de la degeneración, tanto que al presidente de la república le tocó intervenir.
Dos años más tarde la telenovela llegó a su fin. No por rating, sino por la desbancada masiva de sus actores principales, quienes pasaron a otros proyectos tentados por una recompensa mayor. La primera en abandonar la serie fue Estela Barroco. A ella le llovieron las ofertas en cine y televisión, convirtiéndose así en una de las estrellas más prometedoras del panorama artístico nacional. Todo lo contrario que su ex amante, Montería, para quien conseguir otro rol se convirtió en una tarea bastante ardua. Desprestigiado, denigrado y con sobrepeso, terminó tirando la toalla después de haber pasado una pequeña temporada en la cárcel. Desde entonces, la única persona que le dio una mano fue su antigua jefa, la directora de un colegio de monjas, quien le ofreció su antiguo puesto de profesor.

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sábado, 18 de junio de 2011

UNA DE ROEDORES

Las masas saltaron de júbilo mientras el renombrado científico de los ratones anunciaba a sus congéneres su último invento: una trampa para cazar gatos que por fin les permitiría ajustar cuentas con su histórico verdugo. Orgullosos de este nuevo artefacto, los ratones sacaron la trampa al pasillo, colocándole como cebo un enorme trozo de queso, porque en fin de cuentas queso era lo único de valor que tenían.
Impacientes, los ratones esperaron la caída de algún gato, pero en su lugar, atraídos por el queso, los únicos que se acercaron fueron dos ratones despistados, quienes se habían perdido el anuncio del científico. Uno de ellos fue por el queso, mientras que el otro, que se quedó esperándolo al borde de la trampa, poco pudo hacer cuando se activó el mecanismo y la barra metálica le cayó encima, rebanando su cuerpo en dos pedazos.

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lunes, 6 de junio de 2011

EXCESO DE AGALLAS


Ya le había pasado que la respiración le fallaba, pero últimamente era más frecuente que algo en el tórax se le atorara. Era como si fuera incapaz de que el aire le entrara, por más que forzara los pulmones al máximo. Claro que lo peor era de noche, mientras dormía, entrando y saliendo de fases de ahogo al mismo tiempo en el que se revolcaba entre las sábanas. Por eso un día, manejado por el dolor, se fue hasta el malecón y se metió al mar, sin saber que justo cuando el agua le cubrió la nariz, un enorme alivió iba a abrazarlo. Parecía como si hubiera vuelto a nacer de nuevo. Al final solo necesitó que sus ojos se adaptaran al agua salada para continuar y entonces siguió, sin rumbo, adentrándose más y más en el océano, lo más lejos posible de la tierra firme.


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miércoles, 1 de junio de 2011

LA VISITA



Es común que haya asesinatos en la cárcel que se planean desde afuera. A veces pasa hasta al revés. Tan solo basta una llamada de una celda y los días del finado son contados. Por su parte, creía que un trabajo interno hubiera sido más eficiente. No entendía por qué sus jefes lo mandaron a dar el recado, con lo poco que a él le gustaban las cárceles. Mientras los guardias lo requisaban antes de entrar a la visita, se acordó del revolver que se dejó en el carro y de lo inútil que se sentía sin él.
En el cubículo pasaron unos minutos antes de que el preso se le sentara enfrente. Entre ellos, había un vidrio gordo que los separaba. Al verse, ambos esperaron un corto segundo antes de tomar el teléfono al mismo tiempo.
Solo un rato después de empezar a transmitir el mensaje se dio cuenta que había algo raro. El preso estaba sonriendo, y eso que su tono amenazante iba subiendo. Ahí fue que se dio cuenta que había caído en una trampa. Que era a él al que iban a despachar. De un salto intentó reaccionar, pero de inmediato sintió las manos de los guardias reteniéndolo. Antes de cerrar los ojos mientras recibía las puñaladas, lo último que vio fue la sonrisa del preso al colgar el teléfono.  

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domingo, 15 de mayo de 2011

PRODUCTOR DE SUEÑOS


Por más increíble que parezca, Gregorio Capuleto llevaba veinte años sin soñar, casi los mismos que llevaba en el poder. Desde entonces la fila de médicos que se presentaba en el palacio presidencial para aliviar sus noches en blanco, no hacía más que aumentar. Por todos los medios trataron de reparar el proyector en su cabeza, pero era como si tuviera desactivado el inconsciente.
Al final, viendo que nada funcionaba, el dictador empezó a hacerse a la idea de irse para siempre a la cama sin los condimentos que los sueños le otorgan al reposo. Pero un día, durante una cena en la embajada italiana, conoció a un laureado productor cinematográfico que le prometió ayudarlo con su problema. Al principio Capuleto no le creyó, pensando que simplemente se trataba de otro charlatán que fracasaría en su intento de hacerlo soñar.
La gran diferencia era que el productor hablaba muy en serio, como pudo comprobar dos días más tarde, cuando una tropa de actores, escenógrafos, guionista y expertos en efectos especiales, desembarcó en el palacio presidencial. El plan del productor era muy simple: si los sueños no venían de manera natural, los reproduciría de manera artificial. Para eso, mandó a montar una tarima en la inmensa habitación del tirano, justo delante de su cama.
Una vez construido el escenario, lo único que faltaba era que  Capuleto se metiera entre las sabanas. Para eso tuvieron que esperar hasta  la media noche, cuando el tirano dio su beneplácito al productor para que empezara la función mientras terminaba de acomodar su cabeza en la almohada.
El espectáculo que de repente se le presentó frente a sus ojos era simplemente abrumador. Los actores interpretaban su papel con el mayor de los realismos, a pesar de que sus acciones y sus diálogos a veces se desviaban de la normalidad sin seguir los parámetros de la racionalidad, rozando lo absurdo y careciendo por completo de cualquier tipo de continuidad en el tiempo. Igual que en un sueño.
Y mientras tanto, sus parpados se hacían más pesados, como si el que estuviera sosteniendo el telón ya no aguatara más y la cuerda se le fuera escapando de las manos, hasta que las pestañas se tocaron.  
Hacía tanto tiempo que no pasaba una noche tan placentera. Más que nada porque por fin había logrado rellenar el vacío de sus sueños. Su felicidad era tal, que cuando volvió a ver al productor, lo recibió con aplausos, diciéndole que esperaba ansioso la hora de irse de nuevo a la cama para ver el siguiente montaje.  
En esos momentos Capuleto pareció tan terrenal, apenas una sombra del despiadado militar que tenía sofocado al país. Claro que eso se debía a que el productor y su equipo le habían dado justo en la fibra, destapando emociones que durante muchos años estuvieron reprimidas. Tanto fue así, que en pocos días, el tirano ya no concebía la idea de irse a acostar sin el espejismo tranquilizador de las representaciones.
Durante meses, los artistas lo transportaron a un sinfín de lugares mágicos. Colgados de alambres invisibles, volando por la habitación, apareciendo y desapareciendo de la nada, adornaron sus noches de fantasía hasta que una vez, mientras dormía profundamente, tuvo por si solo un sueño verdadero. En él, aparecía el productor sentado en un trono vestido de oficial del ejército. En el sueño, el productor no hacía más que dar órdenes, al mismo tiempo en el que pateaba a sus súbditos. A decir verdad, esta imagen duró muy poco. Eso sí, antes de que se difuminara por completo, le pareció ver por unos escasos segundos el mapa de su país. De ahí en adelante, todo se hizo borroso.     
Al día siguiente, Capuleto se levantó con una sonrisa en la boca. Por más que lo intentara, no podía ocultar su buen humor. En la ducha hasta cantó un par de estrofas de sus boleros favoritos. Incluso, se dio el gusto de bromear más de la cuenta con sus asesores mientras trataban asuntos más serios. En el desayuno, pidió que le pusieran un huevo de más y estuvo comiendo de corrido hasta casi la media mañana. Una vez acabó, se limpió la boca con la servilleta y le ordenó a su ayudante que fuera a buscar al productor para fusilarlo.

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sábado, 30 de abril de 2011

MADERA FINA

Su asco a la tierra venía de lejos, de los tiempos en los que apenas era una simple semilla. Por eso, ahora que era un árbol alto y corpulento, se sentía tan ahogado viendo que estaba rodeado. Pero eso no era lo peor. Lo peor era cuando llovía y todo se empantanaba. Ahí casi que se iba de para atrás con lo pegajosa que la tierra quedaba. Con un horror profundo rogaba para que el impacto de las gotas no lo salpicara. Sobre todo en las hojas, sus partes más apreciadas y las que de ninguna manera le gustaría ver manchadas por la alfombra sucia de la tierra.
En esos momentos hubiera dado lo que fuera para ser una mata colgante y así estar lo más alejado posible del suelo. Día a día empezó a estirar sus raíces, empinándose poco a poco, como si estuviera en cuclillas, para apartar su tronco de la tierra. Sentando todo su peso abajo para salir de donde estaba enterrado, logró establecer una distancia considerable con la materia enemiga. Pero esto no le bastó e impulsado por su repulsión, siguió apuntando alto y cada vez más alto, hasta que las raíces ya no aguantaron y el árbol se fue hacia un costado, con el agravante de acabar rodando por una montaña. Un sinfín devueltas después, el árbol aterrizó en una trocha polvorienta, embarrado de arriba abajo.

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miércoles, 20 de abril de 2011

PROTOCOLO PARA APLAUDIR EN EL AVIÓN

Es triste, pero a los colombianos nos piden visa hasta para ir al infierno. La policía encontró el cadáver del agente de inmigración embutido en un dispensador de bebidas de la terminal 4. A esa misma hora Rodrigo bajaba por una conocida avenida de la ciudad. Iba sin rumbo, tapando su rostro, con miedo de que lo llegaran a reconocer. Jamás se imaginó que su sueño de toda la vida acabaría en semejante pesadilla. Había intentado llamar a alguno de sus amigos, pero nadie le contestaba. Seguro que estaban esperándolo en el aeropuerto, sin imaginarse siquiera del lío en el que andaba envuelto.
Si al menos tuviera las garantías para poder defenderse. Pero en una tierra extraña resultaba francamente imposible. Además, todas las sospechas apuntaban a él. Había varios testigos que vieron cuando el agente de inmigración le impidió la entrada al país. Una compañera del difunto aun tenía lágrimas en los ojos cuando informó a la policía de los insultos que el sospechoso profirió mientras lo trasladaban a un cuarto contiguo para interrogarlo. Quizás ella exageró un poco al decir que él opuso resistencia. La verdad fue que Rodrigo no quiso ponerse gallito. Lo suyo fue más bien una reacción involuntaria al sentirse amenazado. Además, tampoco llegó muy lejos. Los guardias le cayeron encima de inmediato. Mientras su rostro besaba la alfombra del aeropuerto, sintió como el agente se le acercaba al oído a decirle yo no sé qué cosa de que iba a hacer todo lo posible para que se pudriera en el infierno.
El error que cometieron fue haberlo dejado solo. Apenas vio que no había nadie vigilándolo, comenzó a buscar la manera de escaparse. Igual valía la pena arriesgarse, si lo iban a devolver a su país de todas maneras. Tan solo bastó un pequeño descuido, una puerta mal cerrada y la libertad estaba más cerca. Igual, nadie se creyó que él fuera a desafiar al sistema. Con lo que si no contó fue con el operativo que se armó tras su fuga. Aparte estaba la cuestión del muerto.
<<¿Cuál muerto?>> preguntó él cuando lo agarraron arropado con periódicos en un banco del parque. De eso él no sabía nada, por más que la policía insistiera una y otra vez en sacarle una confesión. Perdido, lloró a moco tendido en un rincón del calabozo. Si no hubiera sido tan tonto de escaparse, seguro que ahora estaría tranquilo en un avión, deportado a su país. Poco a poco se iban perdiendo sus esperanzas, hasta que la celda se abrió. El ruido de las rejas lo asustó. Más que nada porque pensaba que lo iban a freír.
Pero no tenía razones para alarmarse, más bien todo lo contrario. Era alguien de la embajada que venía a informarle que el asunto estaba aclarado. Que las cámaras de seguridad del aeropuerto captaron como un grupo de enmascarados agarraban al agente de inmigración para darle una paliza. Al parecer se trataba de una vendetta hacia el agente por no cumplir con ciertas obligaciones a las que se había comprometido y por las que le habían pagado. Un asunto bastante turbio, que tenía que ver con tráfico de gente y que destapaba un escándalo tremendo que las autoridades se apresuraron en desmentir.

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sábado, 9 de abril de 2011

ESFUERZO INNECESARIO

Era de noche cuando descubrieron las dos cartas de despedida. Al primer cadáver lo encontraron en la cocina, al segundo todavía lo buscaban en el fondo del río. Desde luego que se trataba de un acto de amor, pero también de egoísmo. Ninguno de los dos estaba dispuesto a aguantar al otro, como tampoco tenían el valor de una ruptura. Para ellos, resultaba imposible imaginar que el otro diera el paso hacia adelante que les ahorraría tanto sufrimiento. Pero ambos estaban cansados y dispuestos a buscar la salida más fácil, lejos de este mundo. Quizás para algunos, se trataba de la opción menos digna. Tal vez la más cobarde. Pero eso no significaba que no hubiera sido efectiva. Al final, antes del último respiro, ambos alcanzaron a sentir un ligero destello de felicidad. El uno mientras sus pies tocaban el agua, el otro mientras el frasco de pastillas se le resbalaba de las manos. Aunque la verdad era que solo se trataba del efecto narcótico de su propia estupidez.

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lunes, 21 de marzo de 2011

EL CAMINO DEL CUENTO

Nunca se cuestionó quién era hasta que abandonó la estantería. Por un tiempo se consideró una tragedia griega, pero luego empezó a acumular páginas, inflándose de párrafos, de capítulos, de partes. Pasó del misterio a la aventura, de la ciencia ficción a la novela histórica, hasta acabar hundido en el existencialismo.
Fue el espectáculo más triste de presenciar, incluso más que el desvalijamiento de un emperador. Se le empezaron a caer las hojas, a escarapelársele la portada. En sus horas más bajas llegó a prestarse para grandes despropósitos: biografías baratas, western de bolsillos, poemario político, manuales de urbanidad, fueron algunos de sus lastres. Él que había albergado la gloria y la providencia, la ira y la desidia, el dolor y el eterno sufrimiento; apenas encontró descanso suplantando un pedazo de madera para avivar el fuego de una chimenea.

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domingo, 20 de marzo de 2011

MARGOT


Abran paso, abran paso. Papá, soy Margot. Vine a pedirle perdón por haber dejado que se muriera. Pero no crea que no he pagado con sangre por mis pecados. Todo y que lo único de lo que soy culpable es de haberme enamorado del que no era. Aun recuerdo la primera vez que vino a casa. Usted casi se fue de pa atrás cuando abrió la puerta. Parecía como si acabara de  ver al diablo. Creyó que venían por usted. Que alguien le había denunciado. Apenas le volvió el color cuando supo que la vaina era conmigo. Que quería cortejarme.
Y no es que eso le hiciera a usted mucha gracia, porque sabía que Efraín era un tipo de temer y que él era el que mandaba. Pero yo era una muchacha ingenua, dispuesta a hacer lo que fuera con tal de irme con él pal monte. Lo que menos me importaba era que en el pueblo me llamaran puta. Eso sí, lo que me enfurecía es que me trataran de traidora. Yo lo único que buscaba era evadirme de una vida controlada por el miedo. Y solo lo conseguí entregándome a los brazos del que lo generaba.
Pero eso no significaba que se me hubiera borrado de la cabeza todas las atrocidades de la guerra. Claro que al principio, la mayor parte del tiempo me la pasé levitando. Derretida, viendo como Efraín ejercía su poder sobre la gente. Lo que él decía iba a misa. A su lado, podíamos hacer lo que quisiera. Hasta nos íbamos de fiesta en pleno toque de queda, mientras que a los demás habitantes del pueblo no les quedaba de otra que obedecer juiciositos en sus casas.
Por eso, cuando me pidió que nos casáramos, le dije que sí de una. Yo siempre había soñado con una gran boda. Lástima que el pueblo estuviera tan patas arribas cuando él se me declaró. Vestido no encontré porque al sastre le cerraron su sastrería. Músicos tampoco porque a todos los echaron por viciosos. Pero lo más grave era lo del cura. Desde que mataron al último, la iglesia no había vuelto a enviar a alguien que lo remplazara. Lo único que si había de sobra era flores, sobre todo en los cementerios.
Apenas me tranquilicé cuando Efraín me dijo que no me preocupara, que si era necesario nos íbamos a la capital a que nos casaran. El problema fue que entonces se puso cruda la cosa. Otro grupo armado entró en la zona, reclamando con violencia una tajada del territorio. Ni siquiera se podía tomar agua del grifo, porque decían que habían envenenado el acueducto. Pero Efraín no se quedó con los brazos cruzados. Respondió quemando la casa de cualquier sospechoso de colaborar con el enemigo. Ese solo fue el comienzo del intercambio de hostilidades. Entonces todo pasó a tratarse del que golpeara más duro. La comida empezó a escasear, más que nada porque ¿cómo iban los campesinos a cultivar si la tierra estaba hecha cenizas? Lo único que se podía plantar era los muertos.  
En esas me llamaron a avisarme que a usted lo habían visto flotando en el río. Y lo más curioso es que usted ni siquiera sabía nadar y al final la corriente lo llevó kilómetros y kilómetros abajo, hasta que usted acabó en una orilla, volteado, con un agujero clavado en su espalda. Cuando me enteré supe que no nos podíamos quedar aquí, así que empecé a convencer a Efraín pa que nos fuéramos. Al principio no me hizo caso, pero después vio que a este paso no iba a quedar nadie parado para combatir esta guerra. Por suerte, llamó a un tío que tiene en la capital y éste le dijo que le podía ofrecer trabajo en su carpintería. Quién sabe, quizás algún día, si se pone juicioso, será su propio jefe, como lo fue en este pueblo. A mí la idea de irme me da mucho alivio. Lo único que me sabe mal es dejarlo a usted aquí. Este no es un lugar seguro, ni siquiera para los fantasmas.
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viernes, 11 de marzo de 2011

PEPAS

La anciana lo dejó amarrado en un árbol antes de entrar cojeando al supermercado. Él se quedó mirándola desaparecer a paso lento apoyándose con el bastón. Y una vez ya la dejó de ver, se echó juicioso sobre la acera. En realidad, él no entendía muy bien por qué le tocaba quedarse afuera, pero igual se quedaba resignado, esperando a que su ama volviera a salir. Para él, resultaba imposible comprender que en ese sitio la entrada le estuviera prohibida a los perros, por más que él fuera solo un perro pequeñito, un perro salchicha común y corriente. Por fortuna, él ya conocía la rutina y ni siquiera se tomaba la molestia de intentar ir detrás de la viejita.
De vez en cuando levantaba la cabeza cuando alguien iba a salir, pero al darse cuenta que no era quien él esperaba, volvía a guardar su hocico entre las patas delanteras. La gente que pasaba lo miraba con ternura, algunos hasta estiraban la mano para acariciarlo, mientras él se limitaba a olerlos con cierta indiferencia, como si simplemente no existieran.
Sin embargo, de todos ellos hubo uno que no pudo ignorar. Uno que al acercársele no lo intentó tocar, sino que fue directamente a desamarrarlo. El pobre perro observó sus zapatos confundido, sin saber si tenía que levantarse o no. Apenas respondió al sentir el tirón de la correa que lo condujo lejos del supermercado. Al principio se dejó llevar como si nada hubiera pasado. Solo dos calles más abajo se volteó en busca de su ama, pero el paso rápido del hombre lo hizo olvidarse por un momento de ella, ya que, para no quedarse atrás, estaba a obligado a no dejar de mover sus patas lo más rápido posible.
El hombre se desvió por varias esquinas, lo cual de cierto modo llenó un poco de nervios al animal. Varias veces intentó mirarlo, pero solo se encontró con la perspectiva hasta las rodillas de sus piernas largas. Unos cuantos minutos más tarde, el hombre se metió a un edificio, subió las escaleras, sacó las llaves y abrió la puerta. Solo hasta que se encontraron adentro, se agachó para quitarle el collar.
Un poco descolocado con su nuevo paradero, el perro inspeccionó desconfiado las habitaciones ¿Dónde estaba la anciana? No hizo más que preguntarse. Mientras tanto el hombre caminó hacia la sala, encendió el televisor y dando la espalda, se sentó en el sillón. Entre chillidos, al perro no le quedó de otra que echarse en un rincón. La tristeza en él era evidente. Para nada se sentía a gusto. De vez en cuando lanzaba unos ladridos en forma de protesta, pero nadie le ponía atención.
Pronto los ladridos cambiaron por bostezos, hasta que se quedó dormido. Un rato más tarde sintió un pie que lo removió. Asustado, se levantó de un salto. El hombre caminó hasta la puerta, tomó el pomo y abrió. El perro asomó su hocico en el pasillo y después de unos segundos de duda, cuando por fin se sintió a gusto, se apresuró a salir.
Al llegar al primer piso se encontró con una puerta de vidrio. Para su desgracia se encontraba cerrada y tuvo que esperar un par de minutos para que alguien que viniera de afuera le abriera. Ya solo le faltaba poco para ser libre. Las ansias aumentaron tan pronto escuchó el ruido de la llave removiéndose en la vieja cerradura. Estaba tan desesperado por salir, que apenas se puso a correr se resbaló, claro que de inmediato se levantó, tan rápido, que al que le abrió la puerta apenas le dio tiempo de moverse para que pasara.
Solo un par de calles más allá, bajó el ritmo. Mirando hacia ambos lados continuó, intentando afinar su orientación. Encomendándose a su nariz, buscó algún rastro que lo llevara donde la anciana ¿Por qué el hombre le permitió salir? Esa pregunta jamás se le cruzaría por la cabeza. Brincando de una acera a la otra, siguió intentando encontrar a su ama, moviendo cada músculo de su enclenque cuerpecito. Tomando las esquinas como quien se hunde cada vez más en el laberinto.

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miércoles, 9 de febrero de 2011

EL BANCO DE TRANSILVANIA

Viendo que se necesita casi toda una vida para pagar una hipoteca, mucha gente optó por convertirse en vampiros con tal de abonar la última cuota de su deuda antes de caer muertos. Una vez mordidos en el cuello y estrenando un par de colmillos, tomaban créditos a doscientos años para poder cancelar la cuota de la mensualidad de sus casas con mayor comodidad, sin necesidad de pagar sumas exageradas. El único requisito que pedían los bancos se trataba de un seguro contra estacas. Porque uno nunca sabe cuándo se puede encontrar en una esquina con un caza vampiros.   

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viernes, 28 de enero de 2011

LA PISTA INVISIBLE

¿No le había pasado lo mismo a Hendrix? A él también lo encontraron, tirado en el piso, ahogado en su propio vomito. La diferencia era que Mateo no era famoso y por eso su muerte apenas le valió media columna en dos o tres periódicos. La policía ni siquiera se tomó la molestia de investigar las verdaderas causas de su muerte, así que hasta su familia asumió con resignación las consecuencias de tan desafortunado accidente. Todos le habían dicho que dejara de tomar, pero él jamás les hizo caso.
Al final eso fue lo que lo mató. Pero no como los demás creían. Sí, era cierto que en la noche cayó noqueado bocarriba por la borrachera. Lo que nadie sabía era que el vomito con el que se ahogó no era suyo, sino de su novia. Ella fue la que se encargó de llenarle la copa, hasta que no aguantó más y se quedó dormido. Entonces, aprovechando que estaba inconsciente, le abrió la boca y le pasó todo el contenido de su estomago: la deliciosa cena y el vino que había tomado esa noche.
Mateo apenas pudo reaccionar cuando el vomitó le bajó por la garganta. Por un corto instante intentó voltearse, pero estaba tan borracho que no le respondió su cuerpo. Lo único que hizo fue convulsionar, hasta que la respiración se le cortó de un tajo. Después de verlo morir, su novia esperó media hora para llamar a la policía. Mientras ellos llegaban, aprovechó para lavarse los dientes, pero no para limpiárselos, sino para después enjuagarse la boca con los restos de vino. Solo así borró cualquier rastro que pudiera indicar que el arma asesina hubiera salido de sus propias entrañas.

domingo, 16 de enero de 2011

REZO, BIBLIAS Y ALABARÉ

Si la máxima del rock es sexo, drogas y rock n’ roll; la máxima del metal evangélico es rezo, biblias y alabaré. Es así de sencillo o al menos eso dedujo apenas dejaron de rendirle culto a Satán, para rendírselo al Señor. Claro que con el mismo tipo de música. La gran diferencia estaba en la letra y lo difícil era concentrarse para no hacer cachitos mientras la canción se hacía más y más pesada. Pesada en términos de heavy metal, por supuesto.
Porque por más que se hubieran pasado al otro bando, seguían embalados, sacando el mayor ruido a sus instrumentos. Eso quizás era a lo poco que no habían renunciado. Eso y el nombre, el cual el pastor de su iglesia los trató de convencer para que lo cambiaran, con la intención de alejarse lo mayor posible de su antigua imagen de siervos de Belcebú. Pero ellos decidieron seguir como Reyes Magos. Después de todo, era un nombre que tenía que ver con las santas escrituras. Aunque mirándolo desde otro punto de vista, quizás no hubiera sido tan absurdo aceptar ese consejo. Más que nada porque sus fans todavía no les perdonaban el cambio tan drástico que hicieron. Era peor que haberse vendido.
Sentían que los habían traicionado. En el fondo, no entendían como alguien como el cantante de Reyes Magos se las venía ahora a dar de santo, cuando para nadie era un secreto todas sus fechorías. Como por ejemplo la vez en la que en un bazar de la escuela, mientras cursaba bachillerato, preparó un pastel al que le echó laxante. Lo hizo para vengarse de los profesores y como protesta por haberlo obligado a participar en el estúpido bazar. Al final lo terminaron descubriendo, pero valió la pena por ver el espectáculo de los baños colapsados.
Por supuesto que el director lo botó sin compasión. Claro que eso a él le resbaló. Además, en el colegio al que se cambió terminaría conociendo al bajista y al baterista de la banda. Lo curioso fue que de ahí también lo acabarían echando por envenenar al gato de la escuela. Por suerte no lo mató, pero lo dejó ciego.
Cada vez que se acordaba de eso, le entraban muchísimos remordimientos. En eso fue precisamente lo último que pensó cuando el avión de la gira se desplomó en pleno vuelo. Ahí creyó que no iba a volver a ver la luz del día. Pero de milagro él se salvó y la banda también. Cuando despertó en el hospital, tuvo una revelación, quizás por culpa de la medicación. Pero eso no importaba. Lo que de verdad contaba era que la tuvo y la creyó. Fue como lo que le pasaba a algunos al escuchar un disco al revés.


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lunes, 3 de enero de 2011

3 Y PUCHO

Mira si es caprichosa la evolución. Nadie imaginó que la humanidad desembocaría en el punto en el que las futuras generaciones alcanzarían una estatura tan grande, que los que en otros tiempos se consideraban altos, ahora parecían enanos. La media fue creciendo, superando de lejos los dos metros, hasta rebasar la barrera de los tres.
Desde entonces no solo subieron las canastas de baloncesto, sino que también se estiraron el tamaño de las otras cosas. Los autos, los instrumentos, los teclados de las computadoras y todo lo demás, se adaptó para poder manipularlos con sus manotas. Inclusive tumbaron los edificios para volverlos a construir con el techo más alto, creyendo que solo así dejarían de sentirse como gigantes. Olvidando que hicieran lo que hicieran, la tierra siempre les quedaría pequeña.