sábado, 18 de diciembre de 2010

DANDIS EN DECADENCIA

Tuvieron que pasar dos generaciones para que los dejaran de considerar como nuevos ricos, pero para ese entonces, sus descendientes ya se habían encargado de gastarse toda la fortuna y ahora, lo único que les quedaba para comer eran los cubiertos.

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viernes, 10 de diciembre de 2010

DESCOMPOSITUM

Todo empezó como una broma que se fue alargando. Cuando en las entrevistas le preguntaban por cuál sería su siguiente libro, él decía Descompositum. Lo hacía para quitarse a los fastidiosos reporteros de encima y sobre todo para no desvelar el contenido de su siguiente obra. Por lo general, cuando mentía sobre Descompositum, nunca repetía el mismo argumento. Simplemente se inventaba lo primero que le pasaba por la cabeza. Entre más retorcido mejor. Una vez dijo que Descompositum se trataba de una novela de caballería; otra, que iba de un ex jugador de ping pong convertido en espía; y entre otras, su favorita, en la que un reputado empresario se filma a si mismo mientras se masturbaba.
Al final lanzó tantas posibles historias que, sin siquiera existir en su mente, Descompositum se convirtió en un libro de culto. Se creó tanta expectativa alrededor de él, que inclusive salió gente a decir que ya habían leído el manuscrito. Pero a pesar del interés, el escritor nunca tuvo la menor intención de escribirlo. Solo fue hasta que en una noche despertó de una angustiosa y lenta pesadilla que lo hizo levantarse de la cama, encender el computador, abrir un nuevo archivo y empezar a escribir "Esta historia comienza con un perro perdido en un mercado de pulgas".

domingo, 5 de diciembre de 2010

CENICIENTA DE INVIERNO

Parecía un milagro que se le viera tan radiante, siendo que las demás flores a duras penas intentaban mantener una postura recta, abatidas por los estragos del invierno. Para ella, que entre las otras siempre se le había considerado la flor más fea, resultaba un placer indescriptible poder conservar su aspecto intacto, mientras las demás se iban marchitando bajo la silueta destructora del frío. Ni siquiera con la nieve perdió el vigor de sus pétalos. Algo que no dudaba en restregarles a las otras, recordándoles todo el desprecio que durante el año había soportado. Pero ahora la situación se había girado y ella podía sentirse superior. Durante días no hizo más que presumir, torturando con sus alardes a las otras. Diciéndoles cómo iban a acabar. Humillándolas sin parar, hasta que de pronto sintió el filo de unas tijeras que le atravesaron el tallo. La muchacha que la cortó, olió su fragancia hasta que llegó a casa y colocó su cadáver en un florero de cristal.  

sábado, 20 de noviembre de 2010

EXCESO DE SUPERSTICIÓN

Bien conocido es el temor de algunos aborígenes a que le tomen fotos por miedo a que la cámara les robe el alma. En mi viaje al centro de África, me topé en una lejana aldea con un ser que cumplía esta característica, de no ser porque al final fue él el que le terminó robando el alma a mi cámara.
Todas las fotos que había tomado durante el viaje desaparecieron. Y para colmo de males, dado que me encontraba prácticamente en mitad de la nada, pasaron un montón de días antes de poder comprar aunque fuera una cámara desechable. Desafortunadamente, para ese entonces ya había pasado lo mejor de mi viaje, así que no me quedó de otra que fiarme de los recuerdos débiles de mi memoria. Todo y los estragos que la imprecisión causaba en las imágenes que quería retener. Un árbol o una piedra fuera de lugar, un río raquítico que en mi cabeza se hacía más grande, lo mismo que una pradera descolorida que a simple vista parecía más seca.
Lo único de lo que podía estar tranquilo era de no olvidar el rostro del aborigen. Por las noches, en sueños, sus facciones se me volvían a aparecer como si se tratara de un tatuaje mental. Las cejas inhóspitas, los ojos desorbitados, la barba espesa, la nariz chata y los labios afilados, se unían para amargar mis dulces sueños. Era una visión tan nítida que a veces me preguntaba si la cámara había sido la única en perder el alma en ese viaje.

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viernes, 12 de noviembre de 2010

LOS SIN ROSTRO

En un mundo en el que todos los seres tenían la cara lisa como la superficie de una piedra, un adolescente despertó con dos pequeños ojos en la mitad de su rostro. Angustiado, intentó ocultarlos, aunque los ojos terminaron saltando a la vista, haciéndose cada vez más grandes. Comenzaron a hincharse, hasta que de repente se le empezó a formar un punto verde en la mitad. Con los días, el punto se transformó en azul, luego en café y al final se puso negro.
Sus amigos le aconsejaron que se los espichara, pero él no se atrevía, convencido de que al extirparlos la infección se esparciría y otros ojos le saldrían por toda la cara. Utilizando cremas esperó a que desaparecieran, pero las semanas pasaban y nada que se iban. Es más, cada vez parecían más inflamados, como si fueran a explotar.
Por eso, avergonzado con su apariencia, ya casi ni se atrevía a salir a la calle. Por más que lo intentaba no podía dejar de sentirse extraño, preso por sus deformidades. Por momentos creía que jamás se libraría de ellos. Se preguntaba si sería capaz de acostumbrarse a vivir así, sujeto a lo que los demás pensaran.
La respuesta era sencilla. Desesperado se acercó al espejo. Pasaron varios minutos hasta que levantó los brazos y se llevó los dedos a los ojos. Temblando hizo presión en las yemas. El primer ojo reventó con facilidad. El segundo necesitó un poco más de fuerza. Al espicharlo salió un líquido blanco que terminó estampándose contra el espejo. Entonces, con un poco de dolor observó su reflejo. Con un pañuelo se limpió y cuando por fin terminó, respiró aliviado, diciéndose a si mismo lo bueno que era sentirse normal de nuevo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

LOS MACHOS ALFA

Para él, la jerarquía de la casa estaba bastante clara. La sabía desde que era cachorrito. Primero estaba su amo y después venía la esposa, cuya autoridad solo toleraba porque era la mujer que le traía la comida. De resto, si podía la ignoraba, todo y que ella lo llamaba ofreciéndole sus caricias. Pero él era un perro selectivo y la única voz a la que respondía era la del hombre de la casa. Con él tenía hasta una fijación rara. Se volvía loco cuando lo veía entrar por la puerta, batiendo la cola sin control.
Su admiración por él era tal que lo veía como el centro de su universo. Lo que nunca se imaginó, en su imaginación de perro, fue que su adoración se vendría abajo. Un día su amo llegó borracho a la casa, después de dos días de juerga descarriada. Viendo el estado en el que venía, su esposa no se lo tomó con mucha gracia. La mujer estaba hecha una fiera y su rabia aumentó cuando el hombre intentó calmarla con un abrazo. Mediante gritos y empujones se lo sacó de encima. Asustado, el hombre salió espantado de la casa y no volvería sino cuatro días después, una vez se le había pasado el enfado a su señora.
A su regreso, el perro no salió a recibirlo. Se quedó debajo de la mesa, escuchando como su amo le hablaba en tono sumiso a su mujer. Como podía respetarlo ahora, pensaba el perro. Como podía superar la decepción que le había causado, si al olerlo lo único que percibía era miedo. La mujer se levantó de la silla y salió del cuarto. El hombre se quedó reflexionando y de repente hizo un paréntesis en sus pensamientos y llamó al perro. El animal se levantó, pero en vez de venir hacia su amo se quedó quieto. El hombre volvió a llamarlo. Esta vez el animal se acercó despacio, dubitativo, con un poco de fastidio. Y cuando por fin estaba lo suficientemente cerca, el hombre estiró la mano para acariciarlo, al mismo tiempo en el que el perro abrió la boca para morderlo.

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jueves, 28 de octubre de 2010

LA ENCRUCIJADA DEL ESTRATEGA


En el mundo del futbol lo conocían como Iceman, no por su frialdad, sino porque de joven trabajó en una heladería. Sin embargo, algo de meticuloso sí que tenía. Quedaba patente en la forma de preparar los partidos. Los equipos que había entrenado siempre se caracterizaban por ese orden táctico que tan buenos resultados le habían dado.
En realidad, era increíble ver la notoriedad que había conseguido como técnico, teniendo en cuenta que nunca fue un jugador brillante. Aunque para las personas con las que algún día compartió vestuario, esa es la clave de su éxito, argumentando que había pasado media vida en los banquillos.
Pero hasta él reconocía que había sido un tronco y que le tocó luchar mucho para conseguir el respeto que se merecía como en técnico. No en vano, sus esfuerzos le dieron excelentes resultados. Hasta el punto de poder presumir en su hoja de vida de haber dirigido a los grandes clubes de su país, además de dar el salto a Europa. Una aventura que empezó de maravillas y que terminó como una autentica pesadilla. Pero una vez se le cerró esa puerta, otra se abrió: la de la selección de mayores.
Desafortunadamente para él, las condiciones en las que asumió el cargo no eran las más convenientes. El equipo venía de complicarse la vida en las eliminatorias, dejándose puntos vitales para la clasificación al mundial. El vestuario estaba dividido y falto de motivación. Por suerte, gracias a sus métodos radicales la situación se fue enderezando. Los muchachos respondieron desde el primer partido, pero el calendario era apretado y quedaban pocos puntos por pelear.
Claro que eso no le importaba. Lo que de verdad le comía el coco era que al equipo le faltaba una pieza. Y no una pieza cualquiera, sino una que le podría traer muchos dolores de cabeza. Concretamente estaba pensando en un jugador que ya había tenido bajo sus órdenes. Todo un fenómeno, pero que por cuestiones de disciplina se había echado a perder. O al menos durante un tiempo en el que estuvo bajo de forma, lento, sin la menor oportunidad de marcharse de su marcador.
Además estaban todos los escándalos fuera de los terrenos de juego y la pelea con los veteranos del equipo que lo llevó a que lo vetaran de la selección. Eso había sido al menos hace seis años. Ahora había madurado y se merecía una nueva oportunidad. Otra cosa era que él la aceptara. Después de todo, sería extraño hacer de cuenta como si no hubiera pasado nada, como si él y el seleccionador no se hubieran dicho de todo. En parte, él se sentía traicionado. Por supuesto que el entrenador había sido como un padre para él, pero a fin de cuentas él tampoco se hablaba con su verdadero progenitor. Igual, tampoco sentía que le debiera mucho. Era cierto que él lo descubrió y que le dio su primera oportunidad, pero su talento era tan grande que tarde o temprano hubiera despuntado.
Eso lo comprobó en el partido de su debut, cuando minutos después de salir terminaría marcando. Esa tarde, todo el estadio coreó su nombre. La afición pronto lo convertiría en uno de sus ídolos y en el gran referente del equipo. Cuando los partidos se ponían cuesta arriba, todos los seguidores se encomendaban a él para que les hiciera el milagrito. Su irrupción había sido tal, que los niños en la calle no tardaron en intentar copiar sus regates, enloquecidos por su estilo. Y eso que todavía no había ganado nada. Las copas vendrían después. Los trofeos, los galardones especiales, el brazalete de capitán. Su equipo volvería a hacerse con el campeonato después de muchos años. Y no una sola vez, sino en tres ocasiones seguidas.
Pero para ese entonces ya había aflorado su segunda naturaleza. Su temperamento quisquilloso. No se trataba ya de falta de disciplina o de los celos, sino de los pintorescos episodios que se producían desde que la fama se le empezó a subir a la cabeza: los problemas con la justicia, el accidente de tráfico o su salida de tono en las ruedas de prensa.
El seleccionador sabía muy bien cómo se las gastaba el jugador. Sus constantes desaires colmaron su paciencia y terminó apartándolo del equipo. Algo que el jugador no encajó muy bien, dado que armó un escándalo tremendo que no pasó, hasta que se concretó su transfer a otro equipo, donde por supuesto pasó a cobrar más.
Lo malo fue que mientras su cuenta corriente iba engordando, su rendimiento fue empeorando. En su nuevo equipo nunca cuajó y al final terminó cedido a clubes de tercera categoría. Ya no quedaba nada de aquel jugador que había fascinado a medio mundo. Poco a poco se fue diluyendo, hasta que lo único que quedó de él fue lo que fue.
Por suerte, cuando ya parecía que estaba en el mayor de los olvidos, alguien volvió a apostar por él. Claro que él también puso de su parte. Se volvió a entrenar a conciencia, bajó de peso y hasta se sometió a una terapia para controlar su temperamento.
El cambio no pasó desapercibido y la gente empezó a preguntarse una y otra vez las razones por las cuales el seleccionador no lo incluía en su próxima convocatoria. En la prensa no hacían más que hablar de eso. Tanta insistencia resultaba fastidiosa. La presión para el entrenador era cada día más grande.
Por un lado, no podía dar el brazo a torcer y llamar al jugador solo por complacer a la opinión pública. Por otro, aunque sabía que a la selección le iría bien ese refuerzo, enterrar lo que había pasado le resultaba imposible.
Al final era una cuestión de principios. Estaba dispuesto a mantenerse firme en su decisión, de no ser porque mientras se discutía sobre esto, la selección tropezó en su último enfrentamiento. La sensación de pánico se apoderó de todos. La federación lo llamó para sugerirle que se lo pensara bien en llamar al jugador, mientras que su ex pupilo salía por todos los medios diciendo que para él sería un honor volver a vestir la camiseta de la selección y que le gustaría ayudar al equipo a clasificarse.
De esta forma, sin quererlo, el jugador había ganado la primera partida. Antes de marcar el número, el entrenador observó el teléfono durante un largo rato. No sabía exactamente qué era lo que iba a decir. En su cabeza le rondaba la idea de que estaba cometiendo un error enorme, pero ya no quedaba otra alternativa. Tenía que asegurarse por completo de que el futbolista estaba dispuesto a hacer las paces. Los latidos de su corazón se aceleraron al escuchar cuando le contestaron al otro lado de la línea. Por un momento se quedó callado, tomó un respiro profundo y abrió la boca:

−Soy yo.



martes, 19 de octubre de 2010

BIBLIOTECA MALDITA


Libros, lo único que tenía era libros. Por eso le daba tanta pena deshacerse de ellos. Pero a donde iba no podía llevárselos, así que tenía que buscar a alguien a quien dárselos. Al final los recibió otro desgraciado que también estaba inmerso en las penurias de la vida de estudiante. El pobre diablo terminó juntando los libros con los suyos, sin saber de las desdichas que estos nuevos volúmenes le traería: su novia lo dejaría, su jefe le enseñaría la puerta y al quedarse sin dinero, le tocaría entregar hasta su apartamento.
Eso significó regalar la mayoría de sus pertenencias, entre ellas los libros, que fueron a parar a la casa de una pareja que conocía. Ellos los recibieron, más que por gusto, por hacerle un favor a él. Claro que lo hicieron sin la menor idea de la maldición que los acompañaba y que infectaría a fondo sus estanterías. Es más, cuando las dificultades empezaron a aparecer, ni siquiera asociaron los libros con el inicio del fin de su mundo.
Todos los ahorros, los planes, los sentimientos, inclusive el amor, se evaporaron. Y a partir de entonces, cada uno agarró para un lado. En el proceso de separación se dividieron las pertenecía. Bueno, no todas. Los libros los donaron a una biblioteca pública.
El encargado de catalogar los volúmenes estaba fascinado con las nuevas adquisiciones. Se trataba de libros que muchas veces había pedido y que sus superiores le habían denegado. Con incredulidad se llegó a sentir el hombre más afortunado del mundo, pero la maldición ya había echado sus redes sobre el edificio y al poco tiempo la biblioteca cerraría por falta de billete. Al parecer el tesorero había hecho un enorme desfalco que dejó a la biblioteca endeudada.
Fue por eso que no les quedo de otra que regalar los libros. Los sacaron a la calle, donde los pasantes se pelearon para llevárselos a la casa. Eran miles y miles de libros y mucha gente salió cargada, sin importarles si al final iban a leer los libro o no. El hecho era que eran gratis y esas oportunidades no se pueden dejar pasar en la vida.

martes, 28 de septiembre de 2010

FALSIFICADOR DE JUGUETES

La verdad, era una pena que hubiera dañado los muñecos de la Guerra de las Galaxias de sus hermanos, porque ahora valían una fortuna. Lo sabía porque vio en internet cuanto pagaban por el mismo matacho que años atrás, cuando él era pequeño, había descabezado. Todo un dineral que servía para saldar un par de cuentas que tenía pendientes y que lo llevó a hacer réplicas de esos juguetes, para luego venderlas como originales. Una idea que se le ocurrió inspirado por los grandes falsificadores de la pintura.
Capacidades sí que tenía para eso. Gracias a su paso por el Tecnológico, después de que lo echaran de todos los colegios decentes de la ciudad, se había convertido en maestro de todo tipo de manualidades. Por suerte, para facilitar sus aspiraciones delictivas, uno de sus hermanos le había tomado fotos desde todos los ángulos a los muñecos. De ahí fue que se basó para hacer los moldes. Eso sí, necesitó varios intentos hasta que dio con la fórmula adecuada. Sobre todo mientras buscaba los materiales precisos, porque los juguetes tenían que parecer rústicos y tiesos, como creía recordar al revivir la sensación de sus manos cuando jugaba con ellos en su infancia.
Cuando por fin acabó el primer muñeco decente, con todo y sus armas, se concentró en que se viera más viejo, que diera la impresión del paso de los años. Para eso lo expuso a todo tipo de desgastes. Lo metío en agua hirviendo, los enterró bajo tierra, lo puso al sol, hasta que el color se fue mareando. Le movió los brazos hasta que quedaron medio sueltos y entonces, ahí sí que lo colocó a la venta.
Después de que le compraran el primero, se lanzó con otros modelos y de un tacazo sacó una docena de juguetes que los coleccionistas le arrebataron de las manos. A pesar del dinero que recibió, que era mucho para un muerto de hambre como él, no estaba muy contento con lo que hasta el momento había alcanzado. Era consciente de que en el proceso de ventas algo fallaba y eso era el envoltorio. Él sabía que le ofrecerían el doble o hasta el triple si el juguete venía en su caja original, por supuesto sin destapar. Fue entonces cuando dedicó todos sus esfuerzos a reproducir el empaque adecuado que llevaría a su falsificación al siguiente nivel.
Para eso contactó a un coleccionista, a quién engañó, haciéndose pasar por periodista para fotografiar los juguetes y de ahí sacar los parámetros necesarios para falsear los empaques. Una vez lo consiguió, el flujo de dinero creció. Pero para ese entonces el dinero dejó de ser su motivación. Poco a poco lo que comenzó a interesarle más fue crear sus propios personajes y cristalizar sus ideas en juguetes. Un error que llamó mucho la atención y que casi hace que lo metieran a la cárcel, después de que algunos expertos denegaron la existencia de dichas figuritas en la saga. Por suerte se zafó de la condena pagando multas y abogados con el dinero que había ahorrado de su estafa. Más allá del desprestigió social y de la desaparición de su capital, lo que más le dolió fue ver como la policía entró en su apartamento para decomisarle todas sus herramientas y creaciones, como si él fuera un ladrón vulgar, cuando en realidad lo que él se consideraba era un artista. O al menos de eso estaba convencido.

lunes, 13 de septiembre de 2010

CON SANGRE ENTRA

La respuesta estaba en la letra. Esa era la clave para descubrir al asesino. Los poemas, en realidad no desvelaban nada, salvo la cursilería y la frustración de quien los escribía. El solo hecho de leerlos representaba una tortura. Por eso, cada vez que encontraban un cadáver, era él el que deseaba estar muerto para ahorrarse la repulsión que le producía su lectura.
Como investigador y máximo responsable de este caso pasó horas intentando descifrar el significado verdadero de esos versos hasta que llegó a la conclusión de que estaba siguiendo la pista equivocada. Entonces se concentró en la caligrafía y su investigación empezó a arrojar mejores resultados.
Gran parte de este hallazgo se lo debía a su madre, quien al ver una foto de la escena del crimen, le comentó que la letra que aparecía escrita en aerosol era idéntica a la que a ella le enseñaron en el colegio de las Pachas. Ya decía él que había algo que se le hacía familiar en este asunto.
Mientras más indagaba, más peso tomaba esta teoría. Al comparar las variaciones de la letra entre un colegio y otro, descubrió enormes diferencias. Por un lado, los trazos de la letra que buscaba eran más delicados y respingados. Bastante delicados a pesar de los complejos movimientos que requiere su realización.
Sin embargo, había un pequeño detalle que no encajaba. Solo hasta que fue al colegio cayó en cuenta que existía una pequeña diferencia entre la letra al lado de los cadáveres y la que impartían en la actualidad. Esto se debía, según se enteró más tarde al revisar los archivos escolares, a que la maestra que dictaba la asignatura cuando su madre aprendió a escribir, una monja franciscana de origen vasco, tan solo duró un año en el colegio. Después de ella vino otra que duró cerca de 50 años enseñando el mismo estilo hasta su retiro, cuando fue remplazada por una alumna de ella que ni siquiera era monja.
Eso reducía bastante el número de sospechosos. A partir de ese momento se concentró solo en las alumnas que estudiaron con su madre. Encontrarlas a todas no fue fácil, algunas habían muerto y otras se habían ido a vivir al exterior o a otras zonas del país. Eso sí, las que vivían en la ciudad terminaron siendo llamadas a prestar declaración, a la vez en que les pedían que escribieran en una pared con aerosol.
De todas las que se presentaron, solo dos de ellas la escritura no concordaba. Una porque sufría una artrosis que limitaba el uso de sus manos. A la otra en cambio no le pasaba nada en las manos y sin embargo su caligrafía no estaba a la par de la de sus compañeras. Esto la descartaba de pleno, aunque en su actitud se notaba que ocultaba algo.
Al final, fue un pequeño movimiento que la terminó delatando. Mientras salía de la comisaria, sin saber que aun la estaban mirando por la ventana, quedó patente que la mujer no solo se desempeñaba con la mano con la que había escrito, la derecha, sino que en realidad era su mano izquierda la dominante.
Más tarde, durante su confesión, la mujer desveló que toda la vida había sido zurda, pero que su madre sistemáticamente le prohibió usar la mano izquierda para todo, argumentando que eso no era de señoritas y apelando a un profundo catolicismo que asociaba el uso de la mano izquierda con alianzas con el diablo.
Desde entonces, aunque nunca se consideró en realidad ambidiestra, aprendió a comer, a escribir, a tocar la guitarra y hasta a matar con la mano derecha. Aunque en secreto siguió cultivando la zurda y para demostrarlo tomó la lata de aerosol, se levantó de la silla y se acercó a la pared. La pintura empezó a vislumbrar una línea que subió y bajó formando una ele que en la cresta tenía un ojal parecido a por donde pasa el hilo en las agujas.

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viernes, 27 de agosto de 2010

CERDITOS SUICIDAS

Así como hay personas dispuestas a morir motivados por la promesa del paraíso, hay cerdos que darían su vida por una manzana. En realidad solo lo hacían algunos idiotas, convencidos por otro cerdo más listo que les lavaba el cerebro para no acabar él mismo en la parrilla. De esta manera los más brutos se mataban de la forma más estrambótica.
Una vez muertos, el granjero recogía su cuerpo para colocarlo en las brazas y cuando por fin la carne estaba dorada, lo servían en una bandeja con una manzana en la boca. La dichosa manzana por la que había dado su vida. Inclusive muerto podía sentir su sabor, pero por más que intentaba morderla con la fuerza de su espíritu, que en esos momentos todavía se encontraba entre nosotros, era incapaz de mover su mandíbula para que los bocados le bajaran a la panza.


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miércoles, 4 de agosto de 2010

DEJAR IR

El árbol lo plantaron en homenaje a su padre, quien murió después de que un rayo le cayera encima. De eso ya habían pasado más de treinta años y el árbol había crecido erguido como un faro. Tan robusto y tan frondoso, que a sus lados los demás árboles parecían raquíticos.
Lo que no se imaginaron los que lo plantaron fue que con el tiempo, el árbol terminaría convirtiéndose en un gran estorbo. Lo malo era que la opción de talarlo quedaba totalmente descartada. Por más que su esposa y su hija se lo pidieran, él no podía dar el brazo a torcer.
Por supuesto que quería que su hija construyera en el pueblo, al lado de su casa. El problema era que el árbol se hallaba justo en ese terreno y no había manera de moverlo. Además, para complicar más las cosas, pronto sería abuelo, con lo cual cada vez se hacía más grande el dilema. Por un lado quería complacer a su familia, pero sentía que si lo hacía mancharía la memoria de su difunto padre.
Miró al cielo en busca de una solución. Unas cuantas gotas le cayeron encima, así que se resguardó pensando en lo estúpido que había sido al esperar respuesta. O al menos eso creyó, porque en esos momentos se largó un fuerte aguacero. Las nubes se iluminaron y no pasaron muchos minutos antes de que un rayo partiera el árbol por la mitad con toda su violencia.
Asustados, los de la casa salieron a verlo, mientras las nubes se despejaron y el sol volvió a reincorporarse. El hombre dirigió de nuevo la mirada hacia arriba. La respuesta que recibió había sido contundente. Por eso la acató sin rechistar. De inmediato volvió adentro, levantó el teléfono y empezó a realizar todas las gestiones para que se llevaran los restos del árbol por la mañana.

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lunes, 12 de julio de 2010

GUERRA A DISTANCIA


En parte la culpa la tuvo la prensa internacional. Fueron los periodistas los que se encargaron de enfrentarlos como si fueran dos niños a los que sus compañeros instan a que se den en el patio del colegio. Al final, de nada valieron los intensos esfuerzos diplomáticos, las naciones no tardaron en declararse la guerra. Y eso que todo empezó por un malentendido. Un rumor sin fundamentos que derivó en un fuerte cruce de acusaciones.
Los insultos escalaron hasta que el honor patrio quedó completamente manchado. Ninguno de los dos presidentes esperó a movilizar sus tropas. El gran problema para los generales de ambas naciones fue buscar una manera de hacerse daño. Y aunque todos estaban deseosos de cobrarse las ofensas con sangre, existía un pequeño inconveniente técnico: los dos países se encontraban demasiado alejados el uno del otro, de una punta del planeta a la otra. Y como ninguno de ellos era lo suficientemente rico, no existían medios suficientes para transportar todos sus soldados.
Un país apenas contaba con barcos y el otro con tanques, pero en la práctica no les servía para nada. Resultaba imposible invadirse mutuamente. Por un lado los tanques eran inútiles, ya que para llegar al otro país necesitaban cruzar el océano. Por otro lado, los barcos no servían para nada, teniendo en cuenta que el otro país se encontraba en medio de un inmenso continente. Había demasiada tierra de por medio.
Claro que eso no les impidió intentarlo. Al final lo que primó fue la terquedad de los mandatarios, quienes ordenaron la partida de dos expediciones formadas por hombres que en sus tierras fueron despedidos como valientes.
Sin embargo, oportunidades de demostrar su hombría no tuvieron demasiadas. Los barcos se hundieron y los tanques se vararon en pleno desierto. Dos tragedias paralelas que utilizaron a su propio beneficio: ignorando sus muertos y resaltando las bajas del contrario. Así, cada cual, con el mayor de los descaros, se asignó la victoria. Hubo desfiles, condecoraciones, monumentos a las víctimas, la gente Salió a las calles; en fin, toda la parafernalia que alimenta el ego de los patriotas.

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martes, 29 de junio de 2010

LA COSTURERA


Faíza no solo pasaba las noches en vela cociendo para servir a su patria, sino también a Alá. Lo hacía con placer, aunque a veces se concentraba tanto que el tiempo pasaba sin que se diera cuenta. Aun faltaban un par de horas para la llegada del amanecer cuando por fin dejó el hilo y la aguja a un lado. Se sentía cansada, casi que se queda dormida ahí mismo con la bandera que acababa de terminar tendida en su regazo. Pero entonces reaccionó y se levantó en busca de su cama.
Antes de volver a cerrar los ojos, pensó en lo bonita que le había quedado la bandera. Tanto, que todavía tenía las estrellas grabadas en su mente. Por la mañana se la mostraría orgullosa a su marido y a sus nietos. Pero por ahora lo que necesitaba era dormir. Descansar un rato antes de que saliera el sol y tuviera que empezar a prepararse para la manifestación.
Una vez logró acomodar correctamente la cabeza en la almohada, no tuvo problemas para encontrar el camino del sueño. Entonces durmió largo y tendido. Si hubiera sido por ella, se hubiera quedado todo el día en la cama, pero su marido la despertó diciéndole que la vecina la estaba esperando en la puerta.
Antes de salir a la calle, Faíza se pasó un trapo húmedo por el cuerpo, se puso la ropa y se cubrió la cabeza con el velo. Afuera, la señora de al lado le recibió diciéndole que tenían que apurarse porque o si no iban a llegar tarde. Faíza apenas asintió y se limitó a seguirle llevando la bandera doblada debajo del sobaco. Las dos mujeres caminaron un largo trecho, hasta que se detuvieron frente a la embajada Americana. Allí, se mezclaron entre la muchedumbre.
No pasó mucho tiempo antes de que un conocido se les acercara. Al verlo, Faíza lo saludó moviendo la cabeza, pero el hombre solo abrió la boca para pedirle la bandera. Pasaron unos segundos antes de que ella se la entregara. Una vez el hombre la recibió, se fue sin despedirse, perdiéndose entre la masa alebrestada.
La protesta había empezado oficialmente. Por todas partes se veían rostros rabiosos y se escuchaban toda clase de gritos. Algunas mujeres hacían bulla con sus lenguas pidiendo justicia divina. Faíza movía sus labios como ellas, pero su cabeza estaba en otro lado. En medio de toda esa exaltación sus ojos volvieron a encontrarse con la figura del hombre que se les había acercado antes. En su mano derecha llevaba un mechero y en la otra la bandera. Entonces se fijo en la llama que iba trepando desde una de las puntas del tejido. Era la imagen que jamás deseó haber presenciado. El hilo nada que podía hacer contra la fuerza arrasadora del fuego. Pasando de una franja a la otra, hasta que las estrellas quedaron acorraladas. Por un momento deseó arrebatársela de las manos y salvar lo poco que quedaba de su hermosa creación. Pero por otra parte se sentía paralizada. Antes de cerrar los ojos una lágrima se le resbaló por la mejilla. Era mucho más que tristeza lo que sentía por dentro. Un vacio y un dolor, como si el alma se le estuviera lentamente agrietando.

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jueves, 20 de mayo de 2010

EL RONQUIDO

Fue en tiempos del diluvio que el ronquido era un animal. Una especie de roedor nocturno y juguetón. Mezcla entre curí y tapir, que se la pasaba todo el tiempo haciendo miquearías. Era tan travieso que llegaba a ser insoportable. Hasta el punto en el que nadie se tomó el trabajo de domesticarlo. Inclusive Noe se sintió fastidiado cuando vio su nombre en la lista de animales que Dios le dio para que se llevara en el arca. Si hubiera sido por Noe, hubiera dejado que se ahogara. Como si no tuviera suficiente problema con encontrarle espacio a los elefantes o quitar el rastro de mierda que las palomas dejaban en cubierta.
Desde la primera noche en altamar, el ronquido y su pareja, la ronquido, pusieron a toda la tripulación en velo. Ni siquiera la marmota pudo pegar ojo, irritada con tanto alboroto. Una bulla que se extendía hasta la madrugada, quedando patente en el rostro de trasnochados de todas las bestias. Y lo peor era que entre más pasaban los días, la convivencia se hacía más tensa.
Como era de esperarse, algunos prefirieron tirarse por la borda y nadar hacia la extinción antes de seguir bajo el mismo techo que el ronquido. Otros sin embargo, intentaron por todos los medios de callarlo, incluso intimidándolo con cuernos y colmillos para que los dejara descansar. Pero el ronquido nada que daba el brazo a torcer. Es más, entre más le insistían, más provocador se mostraba. Como si le gustara que lo odiaran.
La situación fue escalando hasta que los animales fueron a quejarse con Noe y le advirtieron que si el ronquido seguía durmiendo con ellos, montarían un motín en el arca. Por eso, para apaciguar el descontento de los animales, Noe optó por llevarse a la pareja de ronquidos para los camarotes en los que dormían los humanos. Un error por el que terminó ganándose el desprecio de sus familiares, quienes ni siquiera tapando sus oídos bajo la almohada pudieron conciliar el sueño.
Para Noe estaba claro que tenía que deshacerse del ronquido. Pero no era tan fácil, ya que uno de los compromisos que adquirió al asumir el mando del arca fue proteger a los animales que iban en ella. Romper este compromiso podría traer serios problemas.
Por otro lado estaba la insistencia de su familia y sobre todo de su mujer. Eso fue lo que en realidad contó a la hora de tomar la decisión de poner fin al tormento de las noches. Además, había un factor añadido para dar vía libre a su resolución y ese era el sabor de la carne del ronquido. Para nadie era un secreto que el ronquido era un plato especialmente esquicito, sobre todo con la receta que se sabía la mujer de Noe.
Aún era de día cuando el ronquido y su pareja olieron el guiso que estaba dorando sin saber que más tarde acabarían en esa olla. Estaban distraídos cuando sintieron las manos que los agarraba y el cuchillo que de inmediato les atravesó el cogote. De repente, por toda el arca se escuchó un chillido que pronto se apagó para volver a dar paso a la cadencia de las olas.
Un rato más tarde la familia de Noe se sentó a la mesa a disfrutar bocado a bocado de la carne tierna de los ronquidos. Pocas veces habían probado algo igual y lo mejor de todo fue que se los comieron despacito, saboreando hasta que no pudieron más. Al final, con la barriga hinchada, le arrojaron las sobras a los perros y se fueron a descansar.
Sin embargo, esta vez no fue el ronquido quien interrumpió su sueño, sino Dios, que estaba furioso por lo que habían hecho. Por eso, como castigo, desde ese día todos los descendientes del diluvio que comieron de esa carne, incluidos los perros, nacen con un ronquido en el estomago que noche tras noche se asoma por las vías respiratorias en busca de su libertad.



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sábado, 1 de mayo de 2010

GUERRA SANTA

La misa ya había empezado cuando lo vio entrar por la puerta del costado. Venía bañado, con los pocos pelos que le quedaban de la calva peinados. En traje y corbata, un atuendo muy diferente al que llevaba en su taller de carpintería. Encontrárselo ahí le resultaba bastante desagradable. Tanto que las palabras del cura empezaron a indigestársele.
Que pena, con lo bonito que había empezado el sermón. Y lo peor de todo fue que el tipo va y se le sienta enfrente, como si quisiera restregarle en la cara su desfachatez.
Hacía más de un año y medio que ella le entregó dos sofás para que se los arreglara, pero el muy zángano nada que se los devolvía. Varias veces había pasado a reclamárselos, inclusive amenazando con llevárselos a otra carpintería. Pero él seguía dándole largas. Los muebles permaneían intactos en un rincón y lo peor de todo era que el muy sinvergüenza había tenido el descaro de pedirle un adelanto.
A veces le daban ganas de atropellarlo con su carro cada vez que pasaba por su carpintería. Esperar a que saliera a comprar cigarrillos, pisar el acelerador, envestirlo y darse a la fuga.
De lo que si estaba seguro era que no le volvería a dar nada de trabajo. Antes muerta. Ya había sufrido lo suficiente. Aunque trataba de explicárselo, no sabía como le había caido semejante peste encima. En su casa el espacio que sus muebles supuestamente iban a ocupar servían de recordatorio para su desgracia. Por eso era que ya casi no invitaba a nadie, porque sentía que no tenía en donde acomodar a la visita.
Sus ojos se posaron en el crucifijo del altar. En esos momentos deseó que si ella no podía hacer algo, tal vez Dios actuaría en su lugar. Sus plegarias solo se enfocaban en esa dirección. Esta vez no pidió por su familia, ni por su patría, sino por la venganza. Si solo pudiera encontrar la manera de desquitarse. Estaba llena de rabia, un sentimiento que solo apaciguó cuando se imaginó al carpintero ahogándose en su propia sangre, pagando con dolor por sus pecados.
Entonces la imagen de verlo revolcándose en las llamas del infierno le causó inmensa satisfacción, hasta el punto en el que se le olvidó que estaba en misa. Pero de repente escuchó la voz del padre invitando a los fieles a que se dieran la paz.
Su reacción fue inmediata, casi que mecánica. Primero se giró a la derecha, luego a la izquierda, hasta que miró hacia el frente y se encontró con la mano extendida del carpintero.

−La paz− le dijo él.

Ella se quedó mirando la mano llena de callos, dudando en si debería negarse y dejarle la palma en el aire. Pero entonces alargó su brazo, entregándole su mano temblorosa para que él la cubriera con sus dedos mientras le daba un ligero apretón.

−La paz− ella respondió.



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jueves, 15 de abril de 2010

TIEMPO

Milenios atrás, en realidad muchísimos milenios atrás, el tiempo era mucho más grande y fuerte de lo que hoy lo conocemos. Su poder era tal, que terminó subiéndosele a la cabeza y empezó a abusar de él, atormentando y manipulando a los hombres a su antojo como si fuera un dios, hasta que un día Dios se cansó de él y decidió dividirlo en diversas partes y regarlo por la tierra. Desde entonces, la hora dejó de ser la misma en todo el planeta, aunque eso sí, igual de despiadada que en el principio de los días.

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jueves, 1 de abril de 2010

FRECUENCIA TELEPÁTICA

Creyó que cerrando todos los canales de televisión, los periódicos y las emisoras, acallaría las críticas de sus detractores. Pero ellos encontraron otra manera de poner en jaque su dictadura. Gracias a una novedosa técnica empezaron a transmitir su mensaje desde el anonimato, directo a la mente de las personas, utilizando una frecuencia telepática.
Furioso, el tirano buscó casa por casa a los responsables de semejante insubordinación, pero por ningún lado encontró pistas de la fuente de emisión. Durante largas noches en velo no hizo más que pensar en la forma de contrarrestar esta amenaza. Algo se le tenía que ocurrir pronto, antes de que éste enemigo invisible terminara poniendo al pueblo en su contra.
Entonces decidió tomar medidas extremas para salvaguardar su autoridad. Pensó que si se concentraba en bloquear la recepción impediría de una vez por todas que siguieran boicoteando sus discursos. Para eso dio la orden de que le hicieran la lobotomía a todo el país. Así mantuvo a la gente sumisa, ajena a la rebelión.
Pero había en especial un lugar en el que la señal telepática seguía funcionando y ese era en la cabeza del dictador. Ahí la transmisión continuaba su curso sin interrupción, día y noche. Una tortura que lo fue arrastrando a la locura, acabando con sus nervios, hasta que no le quedó de otra que auto aplicarse la misma solución que utilizó con su pueblo.
Primero se rapó por los costados y luego, con el bisturí empezó a hacerse una serie de incisiones en la cabeza. Minutos más tarde sintió el filo del bisturí penetrando su cerebro. Durante un momento pensó en echarse para atrás, pero ya era demasiado tarde. Tan solo bastó otro corte y la señal se perdió para siempre.

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jueves, 18 de marzo de 2010

DECRETO REAL

Existía en un reino lejano un rey que solía castigar a sus súbditos desobedientes cortándoles la cabeza, pero un día recapacitó sobre este castigo y decidió cambiarlo. A partir de entonces, a los condenados se les arrancaba primero el cuerpo, para que así tuviera tiempo de arrepentirse mientras la cuchilla les atravezaba el cuello y al bajar la vista, lo último que veían era como su cabeza se separaba del resto de sus partes.

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lunes, 1 de marzo de 2010

MARACANAZO


El objeto sobrevoló la portería y vino a impactar directo en la frente del arquero. Éste, al sentir el golpe hueco se tiró de inmediato a la hierba, quién sabe si por musa o reflejo, llevándose los guantes a la cabeza en busca de sangre. Pero lo único que encontró fueron unas extrañas semillas que se quedaron atrapadas en los rizos de su pelo. La hinchada al ver la caída de uno de sus idolos reaccionó con locura. Se fueron contra la valla hasta que la valla cedió. Los jugadores del otro equipo al verlos entrar al campo no supieron para donde correr. Algunos llegaron al vestuario sangrando, llenos de coscorrones.
Horas después, mientras los bomberos aun luchaban por apagar el incendio, la policia detuvo a tres músicos de la banda contraria. Eran los principales sospechosos de haber empezado este alboroto. En el interrogatorio, el trio lo negó todo, aunque uno de ellos, un hombre de constitución delgada y de barba insipida, no supo dar una respuesta convincente cuando le preguntaron que a dónde fue a parar uno de los dos instrumentos que llevaba en cada mano antes de que comenzaran los disturbios.

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lunes, 1 de febrero de 2010

EL DRAGÓN MATANDO A SANT JORDI



Dicen que la historia del mundo es una sucesión de hechos que se repiten una y otra vez. De esto se dio cuenta el dragón y por eso empezó a prepararse para no volver a caer abatido por la espada del destino. Ya le habían ganado por astucia, por suerte, inclusive por fuerza. Porque ninguna de sus muertes fue parecida. Así que mientras el tiempo iba arrastrando nuevas lunas, el dragón se dedicó a sondear los caminos que lo condujeran a la salvación.

El fuego quedaba descartado. Ya había marcado tantas veces su tumba confiando todo su porvenir en ese don. Necesitaba un plan nuevo, pero por más que buscara una solución, no daba con la estrategia adecuada. Si al menos pudiera pedirle a alguien un consejo, pero no había nadie a quien acudir. Lo intentó juntando todos los cráneos chamuscados de sus otras victimas, colocándolos en un rincón apartado de su cueva.

Su mayor inquietud era saber cómo vencer a aquel que tiene a Dios de su parte. Hubiera dado todos sus tesoros, la cacharra que custodiaba desde que de su boca apenas salía una flama insipida, por descubrirlo. Entonces se fijó en el techo de la cueva y en su cabeza empezó a fraguarse la idea. Tal vez, mejor que carbonizarlo o darle muela, resultaría más práctico ocasionar un derrumbe que acabara con el santo, sepultándolo entre las piedras. Lo único que tenía que hacer era esperar el momento indicado.

Durante días se estuvo preparando para la llegada de su verdugo y cuando por fin vio que se acercaba, contuvo como pudo su aliento de azufre para agarrarlo por sorpresa. Claro que en una cosa se equivocó y eso fue en precipitarse.

Sant Jordi ni siquiera había alcanzado a entrar cuando el dragón se abalanzó con todo su peso contra el techo. Pero las piedras no cayeron sobre la cabeza del santo, sino que terminaron encima de la bestía, dejándola aplastada, debatiéndose con el amargo sabor de su último aliento.

Al santo por su parte, le costó un par de minutos digerir la tragedia de la que por poco se había salvado. Cerca de él se encontraba la cabeza del dragón. Con su pie la movió para asegurarse de que estaba muerto. Fue entonces cuando lo asaltó una revelación. Mirando hacia los lados se fijó en que no hubiera ningún testigo antes de poceder a decapitarlo. Y a la vez en que su espada atravezó el cuello del extraño animal, el santo empezó a imaginarse el recibimiento de la muchedumbre, el júbilo en la aldea y sobre todo, el rostro de triunfo que pondría mientras se aprontaba a reclamar la gloria que no se merecía.

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jueves, 21 de enero de 2010

LA RUPTURA

Ya casi nadie se acuerda, pero hubo un tiempo en el que el trueno y el relámpago solían ir siempre agarrados de las manos, hasta que un día se pelearon y desde entonces, el trueno no hace más que decir "Yo no salgo hasta que no se vaya el relámpago".

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sábado, 2 de enero de 2010

VIVA LA REVOLUCIÓN

Compañeros, esta lucha la vamos ganando. Dijo el estudiante con el mayor de los convencimientos. Nuestra causa está en boca de todas las naciones. Las democráticas y las que no lo son. Sus periódicos solo hablan de nosotros y de la desproporcionada crueldad del régimen de terror que nos gobierna. Lo vi con mis propios ojos mientras pregonaba por el mundo nuestra ansia de libertad. Esta es una gran oportunidad. No podemos desaprovecharla.
Los otros presos se miraron escépticos. De nada servía la simpatía de exterior, si su propia gente estaba adormilada por el manto de la censura. Porque si afuera solo se veían espantos de lo que estaba pasando, adentro cualquier eco de rebeldía era acallado por las fuerzas militares. En la prensa local no aparecía nada, todo lo contrario, se vendía armonía y tranquilidad. El tirano esquivaba cualquier tipo de insurgencia con la destreza de un maestro ajedrecista. Por más que en otros países la gente saliera a las calles para protesta por sus excesos, sabía que el poder lo tenía bien amarrado. Cualquier intervención estaba completamente descartada, siempre y cuando siguiera untando a sus homólogos de las naciones más poderosas. Aquellos presidentes extranjeros que en público le recriminaban, mientras que en privado no hacían más que arrullarlo con todo tipo de halagos y pleitesías. Lo único que a ellos les interesaba era el oro, el petróleo y los diamantes, así que mientras él siguiera en el poder, lo tendrían todo asegurado. Lo demás que pasara les daba igual.
Vendrán, vendrán a salvarnos. Ya lo verán.

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