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Milenios atrás, en realidad muchísimos milenios atrás, el tiempo era mucho más grande y fuerte de lo que hoy lo conocemos. Su poder era tal, que terminó subiéndosele a la cabeza y empezó a abusar de él, atormentando y manipulando a los hombres a su antojo como si fuera un dios, hasta que un día Dios se cansó de él y decidió dividirlo en diversas partes y regarlo por la tierra. Desde entonces, la hora dejó de ser la misma en todo el planeta, aunque eso sí, igual de despiadada que en el principio de los días.
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