domingo, 5 de diciembre de 2010

CENICIENTA DE INVIERNO

Parecía un milagro que se le viera tan radiante, siendo que las demás flores a duras penas intentaban mantener una postura recta, abatidas por los estragos del invierno. Para ella, que entre las otras siempre se le había considerado la flor más fea, resultaba un placer indescriptible poder conservar su aspecto intacto, mientras las demás se iban marchitando bajo la silueta destructora del frío. Ni siquiera con la nieve perdió el vigor de sus pétalos. Algo que no dudaba en restregarles a las otras, recordándoles todo el desprecio que durante el año había soportado. Pero ahora la situación se había girado y ella podía sentirse superior. Durante días no hizo más que presumir, torturando con sus alardes a las otras. Diciéndoles cómo iban a acabar. Humillándolas sin parar, hasta que de pronto sintió el filo de unas tijeras que le atravesaron el tallo. La muchacha que la cortó, olió su fragancia hasta que llegó a casa y colocó su cadáver en un florero de cristal.  

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