lunes, 6 de junio de 2011

EXCESO DE AGALLAS


Ya le había pasado que la respiración le fallaba, pero últimamente era más frecuente que algo en el tórax se le atorara. Era como si fuera incapaz de que el aire le entrara, por más que forzara los pulmones al máximo. Claro que lo peor era de noche, mientras dormía, entrando y saliendo de fases de ahogo al mismo tiempo en el que se revolcaba entre las sábanas. Por eso un día, manejado por el dolor, se fue hasta el malecón y se metió al mar, sin saber que justo cuando el agua le cubrió la nariz, un enorme alivió iba a abrazarlo. Parecía como si hubiera vuelto a nacer de nuevo. Al final solo necesitó que sus ojos se adaptaran al agua salada para continuar y entonces siguió, sin rumbo, adentrándose más y más en el océano, lo más lejos posible de la tierra firme.


http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/"> alt="Licencia Creative Commons" style="border-width:0" src="http://i.creativecommons.org/l/by-nc-nd/3.0/88x31.png" />
http://purl.org/dc/terms/" href="http://purl.org/dc/dcmitype/Text" property="dct:title" rel="dct:type">EXECESO DE AGALLAS por http://creativecommons.org/ns#" property="cc:attributionName">Federico Rojas Puyana se encuentra bajo una Licencia Creative'>http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/">Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

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