miércoles, 1 de junio de 2011

LA VISITA



Es común que haya asesinatos en la cárcel que se planean desde afuera. A veces pasa hasta al revés. Tan solo basta una llamada de una celda y los días del finado son contados. Por su parte, creía que un trabajo interno hubiera sido más eficiente. No entendía por qué sus jefes lo mandaron a dar el recado, con lo poco que a él le gustaban las cárceles. Mientras los guardias lo requisaban antes de entrar a la visita, se acordó del revolver que se dejó en el carro y de lo inútil que se sentía sin él.
En el cubículo pasaron unos minutos antes de que el preso se le sentara enfrente. Entre ellos, había un vidrio gordo que los separaba. Al verse, ambos esperaron un corto segundo antes de tomar el teléfono al mismo tiempo.
Solo un rato después de empezar a transmitir el mensaje se dio cuenta que había algo raro. El preso estaba sonriendo, y eso que su tono amenazante iba subiendo. Ahí fue que se dio cuenta que había caído en una trampa. Que era a él al que iban a despachar. De un salto intentó reaccionar, pero de inmediato sintió las manos de los guardias reteniéndolo. Antes de cerrar los ojos mientras recibía las puñaladas, lo último que vio fue la sonrisa del preso al colgar el teléfono.  

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http://purl.org/dc/terms/" href="http://purl.org/dc/dcmitype/Text" property="dct:title" rel="dct:type">LA VISITA por http://creativecommons.org/ns#" property="cc:attributionName">Federico Rojas Puyana se encuentra bajo una Licencia Creative'>http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/">Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

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