viernes, 27 de agosto de 2010

CERDITOS SUICIDAS

Así como hay personas dispuestas a morir motivados por la promesa del paraíso, hay cerdos que darían su vida por una manzana. En realidad solo lo hacían algunos idiotas, convencidos por otro cerdo más listo que les lavaba el cerebro para no acabar él mismo en la parrilla. De esta manera los más brutos se mataban de la forma más estrambótica.
Una vez muertos, el granjero recogía su cuerpo para colocarlo en las brazas y cuando por fin la carne estaba dorada, lo servían en una bandeja con una manzana en la boca. La dichosa manzana por la que había dado su vida. Inclusive muerto podía sentir su sabor, pero por más que intentaba morderla con la fuerza de su espíritu, que en esos momentos todavía se encontraba entre nosotros, era incapaz de mover su mandíbula para que los bocados le bajaran a la panza.


Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

miércoles, 4 de agosto de 2010

DEJAR IR

El árbol lo plantaron en homenaje a su padre, quien murió después de que un rayo le cayera encima. De eso ya habían pasado más de treinta años y el árbol había crecido erguido como un faro. Tan robusto y tan frondoso, que a sus lados los demás árboles parecían raquíticos.
Lo que no se imaginaron los que lo plantaron fue que con el tiempo, el árbol terminaría convirtiéndose en un gran estorbo. Lo malo era que la opción de talarlo quedaba totalmente descartada. Por más que su esposa y su hija se lo pidieran, él no podía dar el brazo a torcer.
Por supuesto que quería que su hija construyera en el pueblo, al lado de su casa. El problema era que el árbol se hallaba justo en ese terreno y no había manera de moverlo. Además, para complicar más las cosas, pronto sería abuelo, con lo cual cada vez se hacía más grande el dilema. Por un lado quería complacer a su familia, pero sentía que si lo hacía mancharía la memoria de su difunto padre.
Miró al cielo en busca de una solución. Unas cuantas gotas le cayeron encima, así que se resguardó pensando en lo estúpido que había sido al esperar respuesta. O al menos eso creyó, porque en esos momentos se largó un fuerte aguacero. Las nubes se iluminaron y no pasaron muchos minutos antes de que un rayo partiera el árbol por la mitad con toda su violencia.
Asustados, los de la casa salieron a verlo, mientras las nubes se despejaron y el sol volvió a reincorporarse. El hombre dirigió de nuevo la mirada hacia arriba. La respuesta que recibió había sido contundente. Por eso la acató sin rechistar. De inmediato volvió adentro, levantó el teléfono y empezó a realizar todas las gestiones para que se llevaran los restos del árbol por la mañana.

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